Las cosas que damos por sentadas en la actualidad, eran ideas revolucionarias cuando comenzamos a demandarlas en los años treinta. Queríamos el seguro por desempleo; queríamos ayudas para los hogares, comida caliente en las escuelas y viviendas para los indigentes que vivían en los vertederos de la ciudad. Nadie esperaba sueldos decentes. La idea de que teníamos derecho a huelga era algo difícil incluso de imaginar.¿Qué podíamos hacer? ¿Qué podía hacer una persona, una mujer que no llegaba ni al metro y medio de estatura, para cambiar el mundo?
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