Aunque la jerarquía no quiera reconocerlo, es evidente que la actual normativa de exigir el mantenimiento del celibato obligatorio para el clero no es un buen medio para ayudar a solucionar los problemas de las carencias afectivas y sexuales de seminaristas, sacerdotes, religiosos y religiosas que tienen el riesgo, ante la prohibición de poder expresar su afectividad con normalidad, de recurrir a otro tipo de expresiones afectivas y sexuales que pueden terminar, como los casos que estamos comentando, en perversiones con menores.
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