Una de las madrileñas torres KIO está prácticamente desierta desde el pasado día 28 cuando, a media mañana, el ascensor que comunica las distintas plantas quedó inutilizado debido a un fuerte mal olor de origen humano. “Lo notas, sabes que está ahí, que te rodea, que se introduce por tu ropa como una presencia invisible pero implacable, casi sólida” explica uno de los pocos trabajadores de la planta 25 que aún se atreve a utilizar el ascensor.
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