Pocas cosas parecen más ajenas a la realidad que las cuentas que el presidente de Pescanova, Manuel Fernández de Sousa, llevó al consejo de administración el pasado 28 de febrero, un día antes de presentar el preconcurso de acreedores. La empresa no sólo ocultó una deuda de 2.000 millones de euros -los compromisos financieros totales, incluyendo la emisión de bonos, se elevan así a 3.400 millones- sino que infló además presuntamente sus fondos propios y presentó unos resultados que no se correspondían con la realidad.
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