Cada vez más escultórico, más inmenso, más interesado en las posibilidades que las ideas científicas tienen para ofrecerle al arte, pero sin alejarse de una melancólica preocupación por el fin del amor, del arte y de las civilizaciones, Adrián Villar Rojas inauguró la semana pasada la obra que llevó como invitado a la Bienal de Venecia. Once esculturas de seis metros de altura.
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