Los defensores de aquel festejo presumen de que -en los prolegómenos- el toro embolado de Medinaceli es recubierto de barro para protegerlo de las quemaduras y de que el animal no sufre daño alguno. Pero, según la experiencia de Lucía, esto no es así. "Lo torturaron. Llegó totalmente traumatizado. No quería un ser humano a veinte metros... Y míralo ahora".
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