Hay una versión, un tanto pintoresca, que remite el origen del dicho a un hecho histórico. Allá por el siglo IX, Alfonso III, el Magno, rey de Asturias —preocupado por las incursiones de los moros en su territorio— libró una dura batalla contra los sarracenos del emir de Córdoba en un lugar cercano al río Órbigo, provincia de Palencia, en los campos de Polvorosa (Pulvararia o Pulveraria, en latín). Ayudado por un eclipse que facilitó la sorpresa del ataque, consiguió una gran victoria y sus enemigos huyeron precipitadamente; es decir.....
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