La maldición que persiguió al führer durante toda su vida parece sacada de un guión de Woody Allen. Sus aires de superioridad apestaban en las distancias cortas. El dictador era víctima de una incontrolable flatulencia. Según su biografía escatológica, era un “hipocondriaco furibundo” que “examinaba asiduamente sus heces y se administraba enemas de manzanilla”
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