Cuando las tropas británicas conquistaron Myanmar en 1885, le dieron al último rey horas para empacar. Muchos de sus tesoros -reliquias de un milenio de monarquía- fueron tomados y enviados a Reino Unido. Pero el más preciado, un enorme rubí, desapareció. ¿Quién se lo llevó y dónde está hoy? Si las cosas hubieran sido diferentes este hombre silencioso que tiembla a mi lado en el frío otoñal de Londres podría haber sido el rey de Myanmar, liderando un estado de más de 50 millones de personas.
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