Wojtyla era tan anticomunista, homofóbico, dogmático y enemigo de todo cuanto significara renovación, como Ratzinger, quien al final de todo fue su “brazo armado” contra las tendencias progresistas de la iglesia popular. Wojtyla fue un político habilidoso, y supo moverse con notable olfato entre su fe anticomunista y los escombros del neoliberalismo. Ratzinger es diferente. No posee el carisma de su antecesor y antiguo empleador ni su habilidad política. En poco tiempo el Papa nº 265 ha insultado a musulmanes, judíos e indígenas americanos.
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