Esto es lo más grave, esta renuncia tiene unas consecuencias históricas importantes. Importantísimas. Renunciar a la calzada en vez de exigir la seguridad en la misma conlleva la automática discriminación de las bicicletas y por ende la consecuente segregación peatonal. Y renunciar a la convivencia en la carretera y demandarla en las aceras es poco menos que inhabilitar al peatón en su libre discurrir por su espacio natural gracias a una desnaturalización forzada e interesada de la bicicleta...
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