Ha muerto Cocó Ciëlo, y su marcha es de las que más duelen, por injusta, y por temprana. El aire en nuestra oficina se ha helado, y la pena cuelga incómoda de nuestras caras. Buscamos en la imaginación el consuelo que la realidad nos niega, y soñamos ver pasar junto a nosotros a un Cocó sonriente y cómodo en sus nuevas formas de espectro alado, viajando en dirección a lo desconocido en compañía de los sueños de color y fantasía de todo aquel que llegó a conocerle en vida.
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