Así que si usted, ponemos por caso, es requerido por su banco porque no puede pagar la hipoteca, mantenga la calma, la tranquilidad, que es lo último que hay que perder, una vez perdida la honorabilidad, la moral, la autoridad y el normal tránsito intestinal. Usted no se despeine. Empiece por lo básico: negar que tenga hipoteca alguna. Diga por una televisión de plasma, si es posible, que usted ni siquiera vive en una casa, y que no hay nada, ni un papel, que demuestre lo contrario.
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