Tras el accidente aéreo y la caída de las bombas nucleares americanas sobre tierra del Levante almeriense, el ejército norteamericano envío este autobús que contenía en su interior un laboratorio nuclear que era lo más sofisticado de la época con literas, vitrinas tecnológica, mostradores de pruebas y aire acondicionado. Tras cumplir su cometido, los mandos norteamericanos lo regalaron al Caudillo “por su colaboración en las labores de limpieza en el accidente nuclear de Palomares”.
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