La visita del Papa Benedicto XVI a Cuba fue proclamada como un momento decisivo para la iglesia Católica en su camino por aumentar su influencia en la isla y un motivo de orgullo para sus seguidores. Pero hay un grupo menos entusiasmado y algo dolido con el Pontífice: los santeros. “A ese Papa (Juan Pablo II) no le interesaba reunirse con los dirigentes negros de religiones autóctonas que la iglesia Católica desprecia y siempre combatió desde hace cuatro siglos”, dijo en entrevista con AP el etnólogo y politólogo cubano Carlos Moore
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