Por ejemplo, rebajan drásticamente la calificación de la deuda de cajas, bancos o comunidades autónomas y, cuando ese valor es suficientemente barato, sus propios accionistas compran para poder venderlo con suculentos beneficios en el futuro. Esos mismos avispados inversores son especialistas en las llamadas apuestas a corto en la Bolsa española, que consisten en ganar dinero a costa de hundir determinados valores.
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