Dios no era fácil de satisfacer. Tenía bastantes manías y era muy puntilloso. Por algún motivo que nunca se ha llegado a aclarar, a Dios no le gustaban los animales domésticos, y si te querías llevar bien con él tenías que ir matando alguno de vez en cuando. Cuantos más matabas, más le gustaba. Puede que fuera una forma de calmar su ansia de sacrificios humanos, ya que su pueblo, pequeño y maltratado por los acontecimientos históricos, no podía permitirse ir repartiendo bajas definitivas entre sus miembros.
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