La perspectiva de los terrícolas como peligro para otros seres del cosmos habría parecido ridícula hace décadas. Pero cada vez hay más indicios de que las misiones a otros planetas podrían sembrar un germen de vida que, una vez plantado, no sería fácil erradicar. Con el agravante añadido de que sus componentes moleculares podrían tomarse como el primer signo de vida alienígena, siendo en realidad el rastro de un polizón 100% terrestre.
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