El pasado lunes abrí el frigorífico de mi madre y encontré un montón de alimentos ricos en calcio. Unos pertenecían a la gama de alimentos funcionales enriquecidos en este mineral (principalmente lácteos y derivados) y otros lo contenían per sé, sin necesidad de ser añadido (no solo lácteos sino también pescados, verduras o incluso frutos secos). Sorprendido por tal concentración de este elemento químico en su nevera le pregunté el motivo. La respuesta fue la esperada: “la osteoporosis acecha y más vale prevenir que curar”.
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