Batchelor es sabio por eso: por seguir siendo fiel a su curiosidad y a su perplejidad. No postula verdades mayúsculas e inmóviles, sólo la movilidad de la búsqueda como certeza única. Lo explica en su Confesión de un ateo budista (La Llave), autobiografía de quien ha sido tildado de "chico malo del budismo": es un descreído que propone un budismo reformado.
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