¡Decepción! Es la palabra que mejor refleja mi actitud intelectual tras la lectura de la encíclica, que recoge en su integridad la teología del cardenal Ratzinger inspirada en San Agustín y San Buenaventura. Somos muchas las personas —cristianas o no— que esperábamos si no una ruptura de Francisco con los dos pontificados anteriores, sí, al menos, cierto distanciamiento, un nuevo rumbo y una nueva manera de hablar de la fe y de presentar el cristianismo en sintonía con sus palabras, actitudes, gestos e iniciativas de reforma de la organización
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