Venciendo mis escrúpulos el otro día me vi forzado a usar un engendro informático con teclas, a mi pesar, y aprovechando la coyuntura, tras teclear asqueado tres o cuatro columnas sobre temas que ignoro pero en los que intentaré sentar cátedra otro día, me decidí, ¡oh, osado de mí!, a penetrar en los territorios, para mi vírgenes e inexplorados, de Internet. De todo lo que vi, por resumir, sólo me gustó la web que estaba dedicada a mí. Descubrí anonadado que pulula por esta Red infame gente que puede opinar con libertad y sin cobrar.
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