La institución de Josep Figueras –Obra Familiar de Adopción– controlaba el embarazo, el parto y la entrega de los bebés. Y se lucraba con ello, pese a que revestía de evangelización cristiana su negocio. Los matrimonios que deseaban adoptar un recién nacido podían elegir entre niño o niña, pero antes debían acudir a unos cursillos de cristiandad, llamados ultreyas, integrados por buena parte de la burguesía catalana. Los bebés, casi siempre hijos de madres solteras, eran entregados el día de su bautizo en una conocida parroquia catalana.
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