La última vez fue el 20 de noviembre de 2009. Agotada por los dolores del parto, se preparó con alcohol y tijeras nuevas. Desde hacía años vivía en un cuartito de tres por tres metros, en la zona norte de Tijuana. Era pequeño, lo sabía, "¿pero quién le rentaría a una prostituta heroinómana con cara de niña?". Nadie. Aunque lo que más le aterrorizaba era que en un hospital dieran parte a policía y le quitaran a los hijos.
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