Algunos todavía estaban brindando con champán, a otros ni les había dado tiempo a reponerse del alegrón cuando, de pronto, Aguirre reaparece, está otra vez ahí, clavando las uñas en la ventana del televisor, igual que esos monstruos indestructibles a los que no se puede eliminar de ningún modo, ni a tiros, ni a hachazos, ni a dimisiones.
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