La Yamahiriya, el Estado de masas que Muamar el Gadafi instauró en 1977, se desintegra a una velocidad increíble. La revolución impulsada desde arriba tiene ahora el rostro abotargado de su Guía supremo, que lanza violentos zarpazos para defenderse de la revolución de los de abajo, los hijos de la acelerada urbanización. Abandonado por casi todos, después de haber provocado cientos de muertos en un corto espacio de tiempo, en su último discurso amenazó, como su hijo un día antes, con más sangre y terror.
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