Después de graduarme con buena nota en Periodismo entré a trabajar como esbirro a sueldo de una gran compañía tabacalera. No una compañía cualquiera, sino esbirro de la madre de todas las madres de las compañías tabacaleras, Philip Morris. (Sigo diciendo “Philip Morris” porque “Altria” –un nombre que se inventó algún genio de las relaciones públicas para que la compañía pudiera vender cigarillos y lonchas de queso Kraft simultáneamente– suena como un estudiante llegado de la Europa del Este en un programa de intercambio oliendo a mocos y levadu
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