Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Stefan Zweig dejó su cómoda residencia en Suiza,- donde se había exiliado a causa de sus ideas antibelicistas-, y se instaló en Salzburg, para compartir los sinsabores de la derrota y la posguerra con sus compatriotas, según nos cuenta en El mundo de ayer, memorias de un europeo. Austria y Alemania habían salido derrotadas de la guerra y la actividad económica se precipitó por debajo del umbral de la pobreza, con una inflación galopante.
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