
Ante todo, quiero dejar claro que esto que aquí lees es una simple opinión personal y sobre todo, una opinión desde un punto de vista técnico.
Creo que desde hace mucho tiempo, algunos de los usuarios más activos del sitio, venimos viendo una serie de anomalías (por llamarlas de alguna forma) en las cuales, se vienen observando algunos problemas relacionados con la moderación de contenidos y usuarios.
Por empezar, el asunto ya manido de los negativos a artículos de portada y sobre lo cuál algún otro usuario ya ha escrito al respecto. Por lo general, la portada suele estar bien atendida en términos de variedad, ideología y calidad de contenidos. Sin embargo es cierto que, muy de vez en cuando, aparecen en portada algunos tipos de contenido que, repito, desde un punto de vista meramente técnico, no deberían siquiera haber conseguido un lugar allí.
Todos esos contenidos suelen ser calificados como "bromas", "gracias", "estupideces", en las que con solo agrupar un pequeño número de usuarios dispuestos a promocionarla, consiguen que llegue a portada. El problema viene cuando, una vez conseguida la hazaña, otros usuarios decidimos que quizá ha tenido gracia, pero es momento de despublicarla, haciendo uso de los votos negativos.
El caso es que como por ejemplo pude ver ayer, una noticia con 40 meneos y 30 negativos permanecía en portada por al menos 10 minutos (cuando, según me explicaron en nótame, el tiempo de recálculo de votos se hace cada 5 minutos).
La conclusión que llego a sacar de todo esto, es que los usuarios special deberían quizá tener más medios y quizá más poderes para poder ayudar a los usuarios admin a gestionar este tipo de anomalías. Ya que por el momento, la promoción de de nuevos administradores se hace de forma digital (a dedo) y solo si te dejas ver en la minicomunidad sita en el nótame (lo cuál hasta cierto punto comparto).
Menéame está empezando a adquirir unos niveles de actividad que quizá deberían sacar a debate la creación de un nuevo rol que se encuentre entre special y admin, y que de más poderes y más oportunidades a muchos de los usuarios más activos, y así ayudar a mantener la buena calidad y funcionamiento de la web.
Un buen ejemplo de todo esto sería el caso del conflicto Catalunya-España, en el que estamos viendo un juego de promos de noticias en portada que para la gran mayoría dista bastante de ser justo, equitativo y sobre todo objetivo para con los lectores del sitio, haciendo que haya una clara conducción de opinión por parte de un pequeño grupo de usuarios con intenciones de manipular lo que se lee y comenta, o que simplemente no comulgan con las ideas que se muestran en dichas noticias.
Es por ello que desde mi humilde posición de usuario con más de 10 años de antigüedad, hago un llamamiento a los editores y desarrolladores del sitio, para que los parámetros de afinidad en este caso y sobre todo los parámetros de participación grupal de ciertos usuarios sea revisada y sobre todo medida, a fin de evitar que convirtamos este portal en una especie de ForoCoches, en la que es estrictamente necesario comulgar con las ideas del lugar para poder ayudar a mantener el buen funcionamiento de la web.
Sin más, después de este pequeño tocho, dejo la veda abierta a que me pongáis a parir y empecéis todos los flames que estiméis oportunos.
No quiero entrar a opinar tu orientación política, tan solo sé que tienes tus motivos para creerte lo que tiendes a entender como verdad objetiva. A mí me pasa exactamente lo mismo.
Posiblemente creas que lo que está pasando con X tema tiene un claro culpable, cuyo culpable Y está contraviniendo Z , llevándonos a todos a la insostenible situación en la que nos encontramos.
Inmediatamente te habrá venido a la cabeza tu demonio personal, sea Rajoy, Puigdemont, Putin, Trump o Merkel. Como puedes comprobar, todos tenemos la solución a estas tres incógnitas (X, Y, Z) que validan esta ecuación, es lo que se llama una ecuación lineal, posiblemente compatible e indeterminada.
Al fin y al cabo, todos estamos expuestos a caer en nuestro propio engaño, el sesgo de confirmación, en el que solo damos valor a las noticias u opiniones que confirman nuestra ya predeterminada opinión sobre ese tema.
Es el motivo principal por el que tenemos que actuar con vulpécula actitud, levantando las orejas ante cualquier perturbación en la fuerza de la corriente de opinión, y ser absolutamente escépticos con todos los inputs que nos llegan en las batallas diarias que tienen lugar en los medios de comunicación.
Existen unos elementos en la prensa, y no solo la contemporánea, llamados “Creadores de Opinión”. Son noticias que deberían estar en la sección de opinión, pero se cuelan con mayor o menor fortuna dentro de una noticia de la que se esperaría un mínimo estándar de objetividad. Todos sabemos que no se escapa ningún medio de esta lacra, sea cual sea la línea editorial.
Esta tarde, leyendo la portada, me encontré con una noticia que rezaba, con alzada autoridad, que más de cien catedráticos y expertos en derecho se habían adherido a un manifiesto reprobando la acusación de rebelión en el culebrón del Cataluña.
Tan solo hizo falta leer dos párrafos en los que el autor del artículo se limitaba a enumerar a modo de bonito decálogo los puntos en los que este supuesto centenar de autoridades letradas ponían de vuelta y media el argumentario del oponente, en la figura del Ministerio Fiscal. Al final del artículo, en el que se hablaba de este colectivo de forma indeterminada, se hacía mención de forma escueta y disimulada a la lista de intelectuales firmantes.
No fue tanta mi sorpresa al ver que se trataba de una web de “peticiones de firmas on-line”, de esas en las que se pide desde el retorno de cierta salsa de una cadena de comida rápida, hasta la abolición de leyes completas, pasando por la declaración de cuatro piedras como Patrimonio de la Humanidad. Es decir, el “a petición popular” de toda la vida.
Menos sorprendente fue comprobar que yo mismo, podía imbuirme de un aura de autoridad jurídica, firmando con la identidad de “Macías Pajas” Catedrático de Derecho de la insigne Universidad de Toronto de España. Ya saben, por eso de que, desde lo alto de Toronto, se ve Torontotero. Sin embargo, ni siquiera hacía falta que yo manchara el nombre de tan honorable cuadro, cuando hay técnicos electricistas con grado de FP (sic) firmando en el grueso del insigne grupo de intelectuales, cuando no directamente firmas anónimas.
Se le había caído la careta a la engañifa, así que solo quedaba por realizar una ingeniería inversa para saber quién estaba detrás de este intento de colar un artículo de opinión como una noticia, y al mismo tiempo darle un baño de argumentum ad verecundiam, es decir, darle un empaque de autoridad en base a nada menos que 100 doctos en derecho.
Lo obvio es comprobar que se trata del diario en línea Publico, cuyo propietario es el para nada desconocido Jaume Roures, propietario de Mediapro y autoproclamado mecenas de Podemos.
Pero si hurgamos un poco mas en el supuesto manifiesto, lleva poco tiempo darse cuenta que el primer firmante es obviamente el autor del mismo, encontrándonos con el nombre de Francisco Javier Álvarez García, catedrático de derecho penal de la UCIII.
No es sorprendente tampoco que este catedrático tenga su lobby de Catedráticos de Derecho Penal firmantes de manifiestos, condenando por ejemplo la situación de Gaza e Israel , algo totalmente legítimo por otra parte. También se pueden encontrar entrevistar realizadas por Wyoming , artículos de su propio cuño en eldiario.es, e incluso libros a la venta dentro de la propia web de Publico.
Por tanto no deja de tener un tufo a noticia convenientemente fabricada, en la que el autor de la noticia (firmado con un genérico “Madrid”) parece encontrar un artículo a medida, del que sólo este medio se hace eco, y en la que Francisco Javier Álvarez se esconde detrás de un supuesto centenar de firmantes para dar empaque a su línea política.
En resumidas cuentas, no caigáis en la necesidad de creer vuestra propia opinión, ni en la tentación de rodearos de insignes letrados afines para reafirmaros en vuestras convicciones. Os animo a que con cada medio de información, seáis capaces de ver la intenciones, el target y la idea principal de su interpretación de la noticia. Incluso intentéis comprender la otra cara de la moneda en otro medio de linea editorial opuesta, sea cual sea vuestro color político.
Sencillamente, antes de leer, intentad preguntaros, ¿Qué quiere este medio que yo opine?
“ [...] En todo sistema moral de que haya tenido noticia, hasta ahora, he podido siempre observar que el autor sigue durante cierto tiempo el modo de hablar ordinario, estableciendo la existencia de Dios o realizando observaciones sobre los quehaceres humanos, y, de pronto, me encuentro con la sorpresa de que, en vez de las cópulas habituales de las proposiciones es y no es, no veo ninguna proposición que no esté conectada con un debe o no debe. Este cambio es imperceptible, pero resulta, sin embargo, de la mayor importancia. En efecto, en cuanto que este debe o no debe expresa alguna nueva relación o afirmación, es necesario que ésta sea observada y explicada y que al mismo tiempo se dé razón de algo que parece absolutamente inconcebible, a saber: cómo es posible que esta nueva relación se deduzca de otras totalmente diferentes. Pero como los autores no usan por lo común de esta precaución, me atreveré a recomendarla a los lectores: estoy seguro de que una pequeña reflexión sobre esto subvertiría todos los sistema corrientes de moralidad, haciéndonos ver que la distinción entre vicio y virtud, ni está basada meramente en relaciones de objetos, ni es percibida por la razón.” (Hume, “Tratado de la naturaleza humana, tomo III: De la Moral”, 1739).
David Hume (1711 – 1776), en su estilo directo, nos presenta en el famoso anterior párrafo de su “Tratado la Naturaleza Humana” el famoso problema del “Ser y Deber Ser”, que significaría toda una revolución para el pensamiento moral dominante hasta mediados del S. XVIII. Y es que el ilustrado escocés no sólo es uno de los filósofos más destacados dada la repercusión de su pensamiento y propuesta empirista, sino que en especial fue uno de los críticos más puntiagudos con las pretensiones de tradición filosófica que se establecían como ciertas y dominantes en su época. Pretensiones que, como veremos, aún son en muchos casos vigentes. Su reductivismo en los planteamientos, su extremismo y contundencia en sus postulados, esa cierta “alma provocativa” y tendencia hacia lo cómico que desprende su obra han servido como arma perfecta para lo que sería uno de los objetivos del autor: presentar una visión renovada de cuestiones permanentes. El distanciamiento de preceptos religiosas (sepan que Hume fue condenado como ateo por lo que se le prohibió cursar cátedra en la universidad de Edimburgo), el entusiasmo en el desarrollo de la ciencia (su insistencia en recalcar que los hechos deben ser observables) a la vez que una dura crítica a esta misma ciencia desde el extremismo empírico (su negación de la “causa - efecto”), y la advertencia sobre la imposibilidad de liberarnos de nuestros errores lógicos marcarían gran parte de su obra.
Dentro de este trabajo crítico destacará su ataque frontal a un modo de razonar típico de los filósofos morales hasta ese momento: el de deducir normas a partir de juicios de hecho, es decir, el de determinar la moral en razón a la descripción de la realidad. Esta advertencia es conocida como “La Guillotina de Hume” o “El Problema del Ser y el Deber Ser”. Como descripción estricta, Hume nos muestra la imposibilidad de crear enunciados normativos a partir de enunciados descriptivos sobre cuestiones de hecho sin caer en el error lógico presentado. Veamos un ejemplo:
Enunciado descriptivo: Siempre hubo violencia
Enunciado normativo: debe haber violencia
Desde el punto de vista lógico no existe ningún puente que una la "realidad del ser" con "la obligación del deber ser", ambas son independientes e irreductibles. De la realidad que nos muestra que "siempre hubo violencia" no podemos inferir que "deba haber violencia", no existe justificación alguna para esto. Para Hume los objetos morales no pueden ser aprehendidos por métodos deductivos (de relación o de simultaneidad): ni aparecen como relaciones de ideas, ni aparecen como impresiones de la realidad a través de nuestros sentidos. Veamos por ejemplo el objeto moral del vicio. Este no se encuentra en ningún lugar hasta que uno reflexiona internamente y encuentra ese sentimiento de desaprobación llamado vicio. Los juicios morales serían así enunciados sobre la mente del que habla:
"Los "juicios morales" que formulo se refieren a mí, y cuando alguien dice "X es vicioso" esta diciendo que tienen un cierto sentimiento hacia X" (Barry Stroud, "Hume", 1977).
Esta vuelta del revés de la concepción moral será de suma importancia en la historia de la filosofía moral: cuando indicamos que “ese acto fue vicioso, cometido por una persona perversa”parece que indicamos algo sobre una acción y sobre un agente, y no algo sobre nuestras emociones, que es según Hume lo que ocurre. Los atributos morales (vicio, virtud, bueno, malo, etc...) no serían más que enunciados de nuestros sentimientos, que no deben ser confundidos con deducciones del entendimiento al observar la realidad externa. Vemos así como para Hume de la ontología objetiva (estudio de la realidad del ser) no podemos derivar la deontología (determinación de como debe ser la conducta humana). La moral sólo podría nacer así de las emociones y sentimientos internos:
“Este razonamiento no sólo prueba que la moralidad no consiste en relaciones, que son objeto de la ciencia; sino que si se examina probará con igual certeza que no consiste en algún asunto de hechos que pueda ser descubierto por el entendimiento” (Hume, Tratado de la naturaleza humana, tomo III: De la Moral, 1739)
"Ser y Deber Ser": previsión a futuro y leyes naturales.
Para Hume tampoco debemos confundir la capacidad de previsión con "el deber ser". Dadas ciertas condiciones, "de lo qué es" y "de lo que fue", de la realidad inmediata y de nuestro conocimiento del pasado, podemos atrevernos a concluir "lo que será" (aunque como veremos más abajo, Hume rechazará la “causa - efecto”). Vemos así como las previsiones a futuro solo se mueven en el plano del ser. Una previsión a futuro no puede tener en cuenta "lo que debió ser" y "lo que debe ser" para indicar "lo que será", ya que esto último pertenece "al ser" y no al "deber". Por ejemplo: podemos verificar como durante toda la historia existieron asesinatos, por lo que esto nos lleva a pensar, coherentemente, que un futuro seguirán existiendo asesinatos, al menos mientras no cambien las condiciones sociales y factores humanos. Pero de esta previsión no debemos concluir que, al menos algunas personas, "deban ser" asesinos (siempre entendiendo este “deban ser” como posibilidad de justificar moralmente el asesinato).
Y de igual manera para Hume no debemos confundir las "normas de conducta" con las "leyes naturales". Al fin y al cabo, una "ley natural" es un conjunto seleccionado de proposiciones descriptivas, logrado gracias al lento desarrollo de las ciencias. Y como ya vimos más arriba, de las proposiciones descriptivas no existe capacidad lógica de concluir proposiciones normativas. Las leyes de la naturaleza no anuncian el ser profundo de los fenómenos, sino que describen sintéticamente las relación de secuencia o simultaneidad que se dan en estos. Muchas de las leyes naturales están asentadas a partir de la "causalidad", la cual afirma que a un determinado fenómeno (causa) suceda otro fenómeno (efecto): si se da "A" se dará "B", ejemplos: "si se aplica calor al hierro este se dilatará", o “para toda acción corresponde una reacción igual y opuesta”. La ciencia se soporta sobra la causalidad como un postulado de la razón que exige encontrar conexiones de "causa - efecto" para explicar la realidad. Hume, como empirista radical no aceptará la relación de "causa - efecto": para el escocés, que en todas las observaciones sobre un mismo fenómeno se haya podido observar un mismo efecto no significa que en el futuro deba de ser así (ya dijimos más arriba que Hume tenía la capacidad de llevarnos a un inspirador extremismo y a cómicas situaciones). Y aunque hoy nos resulte alejado aceptar tal empirismo radical, aunque aceptemos la existencia de relaciones eternas de "causa - efecto", no existiría ningún puente lógico para determinar normas morales a partir de estas relaciones eternas. El objeto de actuación de la moral, cuando estas se transforman en ley, son los seres que tengan libertad para obedecerlas o infringirlas, pues sólo donde pueda existir esta posibilidad tendrá sentido legislar. Es absurdo legislar allá donde los seres tengan una conducta imposible de ser alterada. Por eso las normas se deberían dirigir exclusivamente a la conducta consciente y libre de las personas: igual que no tiene sentido legislar el sistema circulatorio de la sangre en nuestro cuerpo, no tiene sentido legislar el comportamiento de los animales.
Principales críticas y contracríticas al problema del “Ser y Deber Ser” de Hume.
Como no podía ser de otra manera, un planteamiento de tal calado fue objeto de innumerables críticas, tanto en su publicación como posteriormente. Y es que en el fondo plantea algunas de los dilemas morales más profundos: ¿dónde se encuentra la moral?, ¿por qué y cómo se llega hasta ella?, ¿por qué aceptamos o rechazamos ciertas acciones morales que percibimos, y por qué tomamos ciertas actitudes hacia ellas?, A continuación se presentan, de modo muy breve pues la bibliografía crítica a este respecto es enorme, las principales críticas al planteamiento del filósofo.
- Amoralidad, positivismo y relativismo: El pensamiento de Hume en muchas ocasiones ha sido tachado o bien de amoral, o bien de relativista. Primero advertiremos que cualquier lectura del pensamiento moral de Hume rápido nos muestra que la amoralidad no existe en su propuesta: Hume nunca dijo que no existiera la moral ni que no debiéramos hacer caso a nuestra moral. Como apuntábamos más arriba, para Hume la moral nace del emotivismo, de aquellos sentimientos que surgen de lo más profundo del individuo. Esto es acorde a la propuesta empirista de Hume, que defiende que el conocimiento solo puede venir o bien a través de la experiencia sensible o bien a través de las relaciones deductivas de ideas: si en la realidad que nos muestran nuestros sentidos no podemos encontrar la justificación moral, y si la moral tampoco puede encontrarse en las relaciones de causa o simultaneidad, esta sólo puede venir de los sentimientos. La moral nacería así de las emociones. Y esto último, el justificar la moral en las emociones es los que nos lleva a tratar el relativismo de Hume. Dado que las emociones pueden ser diferentes para cada individuo, incluso tras la observación de un mismo fenómeno, Hume estaría aceptando que la moral podrá ser diferente para cada persona, esto es, que será relativa dependiendo del sujeto. La crítica aquí sería la siguiente: aceptar un relativismo en la moral abriría la puerta a negar la posibilidad de cualquier ordenamiento moral, ya que la verdad o falsedad de las afirmaciones morales no serían objetivas ni universales, sino relativas al sujeto, por lo que de aquí se derivaría una imposibilidad en el diálogo y acuerdos sobre cuestiones morales. A este respecto, creo importante rescatar el siguiente párrafo de “La investigación Sobre el Entendimiento Humano”:
“El único objeto del razonamiento es descubrir las circunstancias de ambos lados [lo que es valioso y lo que es condenable], que son comunes a estas cualidades; observar las particularidades estimables en un lado, y las condenables en la otra; y por tanto alcanzar los fundamentos de la ética, y encontrar esos principios universales de los cuales toda la censura o aprobación es ultimadamente derivada. Como esta es una cuestión de hechos, no de ciencias abstractas, únicamente podemos esperar tener éxito siguiendo el método experimental, deduciendo máximas generales de la comparación de instancias particulares” (Hume, Investigación Sobre el Entendimiento Humano, 1748)
Para Hume no existe impedimento en que a partir de las emociones sea posible derivar aserciones éticas tipo “principios universales”. Lo que cuestiona es el método de los filósofos hasta ese momento, el de establecer primero un “principio general abstracto (una norma moral)” del cual se obtienen luego las derivaciones morales (bueno, malo, etc...), en vez de favorecer un método inductivo para llegar a esos principios. La conducta moral no puede derivar ni de hechos ni de ideas puras; sin embargo esto no significa que los sentimientos no puedan ser inductivamente abreviados para dar origen a algún tipo de principios éticos. Que los sentimientos no nazcan de las ideas no significa que estos no puedan ser expresados en ideas, ni que estas ideas, una vez conocidas, no puedan pensarse de forma lógica. El matiz es sutil, pero de importancia. El escocés, dentro de esta posibilidad de categorizar las emociones, propondrá a “la simpatía”, véase la capacidad de compartir las emociones con otros, como el principio moral que otorga universalidad al sentimiento moral. Hume propone así que más allá de un relativismo donde cada individuo operaría moralmente aislado a los demás, en realidad estaríamos abiertos compartir y comprender los sentimientos de los demás. Todos compartiríamos unas mismas emociones básicas que suelen producir unas mismas reacciones morales, a la vez que las emociones son y pueden ser “educadas” a lo largo de la vida del individuo para obtener unos mismas juicios morales a mismas acciones. En cualquier caso, y en opinión del autor de este artículo, Hume no desarrollaría suficientemente esta propuesta, por lo que la sombra de la posibilidad de un relativismo moral a partir de los postulados de Hume es amplia.
- Tesis de la incomunicabilidad absoluta: Pretende encontrar en la tesis de Hume la siguiente contradicción: si del “ser” no puede derivarse el “deber ser”, existiría una contradicción al afirmar que “del ser de los sentimientos” se podrá derivar la moral. Esta crítica englobaría dentro del “ser” o “realidad” indicadas por Hume a las emociones. La cuestión aquí a resolver sería la siguiente: si cuando Hume habla del “ser” o de la “realidad” incluye aquí a las emociones y sentimientos internos, o si más bien sólo estaría hablándonos de fenómenos ontológicos externos. En opinión del autor de este artículo, parece difícil conceder que para Hume las emociones internas formaran parte del “ser" del que habla Hume, en especial teniendo en cuenta el resto de su obra. El “ser” para Hume sólo trataría los fenómenos ontológicos propios a la realidad externa.
- Searle y la crítica desde la filosofía analítica: Varios han sido los intentos de criticar el problema lógico del “Ser y Deber Ser” desde la propia filosofía analítica (estudio conceptual del lenguaje por medio de lógica formal). Probablemente el más conocido sea el emitido por John R. Searle en 1964, publicado en su artículo “Como Derivar el Deber Ser del Ser”. El razonamiento es el siguiente: el hecho de hacer una promesa crea la obligación moral de cumplir lo prometido. Por lo tanto y por ejemplo para las siguientes proposiciones descriptivas y normativas no existiría contradicción lógica:
Enunciado descriptivo: Juan prometió a su amigo ser honesto.
Enunciado normativo: Juan debe ser honesto con su amigo.
Searle afirma así que la propuesta de Hume adolece de un error de base: que existen unos enunciados descriptivos que encierran en si mismos enunciados normativos, estos serían los “actos del habla” relacionados con las promesas, juramentos, contratos, etc. Una promesa implica lógicamente asumir una obligación, por lo que tautológicamente (formula lógica bien formada que resulta verdadera en cualquier situación) se está en esa obligación. La frase “Juan prometió a su amigo ser honesto” lleva a que Juan asuma la obligación de su promesa, la de ser honesto a su amigo, de manera que se evidencia que ese enunciado descriptivo contiene en sí misma el enunciado “Juan es honesto”. Esto nos lleva a la posibilidad de encontrar el juicio moral en el “ser”, en la realidad, ya que existirá la posibilidad de evaluar las acciones de Juan y comprobar si este cumple con su promesa, y por tanto comprobar en esas mismas acciones si “Juan es honesto”.
Esta crítica abriría una nueva vía al contractualismo, corriente moral que admite y propone que las normas pueden ser dictadas después de un contrato social (ver aquí breve descripción de la propuesta de contrato social propia de Rawl), un acuerdo entre individuos sociales. La cuestión aquí sería determinar hasta que punto las palabras y el lenguaje forman relaciones institucionales, esto es, hasta que punto el habla recoge la normativa moral de la sociedad. Aceptar que una promesa obliga moralmente al individuo a su realización es diferente a decir que el hecho de prometer haga que esa misma promesa se cumpla. De hecho decir esto último sería falso, ya que todos los días vemos en nuestra sociedad ejemplos de promesas que no se cumplen, por lo que se podría afirmar que un enunciado descriptivo que presente una promesa no tiene porqué resultar en un enunciado normativo, ya que la realidad nos muestra que el significado de esa palabra, “promesa”, no tiene una relación directa con la realidad.
Una vez presentado, muy sintéticamente, la propuesta de Hume y sus críticas (ánimo al lector interesado a profundizar en esta cuestión) pasaremos a presentar algunos aportes personales del autor de este artículo.
Notas del autor del artículo. Hume tiene para todos.
"- ¿Y usted no cree que la moral, si es tal, se impone también sin nosotros? – No, no y no. Se impone tanta moral en la medida en que nosotros la impongamos. La victoria de la razón sólo puede ser la victoria de los que razonan» (Bertolt Brocht, "Vida de Galileo", 1939).
- “Ser y Deber Ser”, historia y ciencia: La historia pretende decirnos cómo fue lo ocurrido, la ciencia pretende describirnos las relaciones de los fenómenos, pero ninguna de estas dos tiene capacidad para decirnos si "debió ser así o no" y "si debe ser así o no", ambas se mueven en planos distintos a la moral, ambas son descriptivas y no normativas. Las leyes jurídicas o científicas siempre corren el riesgo de ser epifenómenos de su época, es la historia la que se expresa a través del derecho o de la ciencia, y no al revés. La historia y la ciencia nos dice lo que en cada época conviene legislarse o tomarse por verdadero: las leyes de hoy pueden ser muy diferentes a las de ayer y a las de mañana (miren como hemos pasado, por ejemplo, de un mundo dónde existió el "derecho de pernocta" a otro que no lo permite), y de igual manera las teorías científicas de hoy pueden ser muy diferentes a las de ayer y a las de mañana (ejemplo típico de esto sería el paso del sistema geocéntrico ptolemaico al sistema heliocéntrico copernicano y de este último al que nos mostraron Newton y Kepler). La historia y la ciencia no son quiénes para juzgar sobre la moral, por mucho que creamos saber cómo fueron y son las cosas, la moral no nacerá del conocimiento de la realidad, sino que estará en otro lugar. Buscar en la historia o en la ciencia las bases para crear las normas morales resulta en algo tremendamente peligroso: esta incapacidad de determinar la moral en función de un pasado y de un presente resulta hoy en día en una necesaria advertencia para aquellos que pretenden fundamentarla a partir de un "burdo materialismo historicista" (y digo burdo por diferenciarlo del "no burdo") o a partir de un cientifismo ciego. Buena reflexión para los tiempos que corren, donde presenciamos como, de nuevo, se crean leyes a partir de supuestos históricos, culturales o científicos que pretenden legislar de forma diferente en función de alguna de nuestras características innatas.
- “Ser y Deber Ser”: la cuestión numérica: Muy conectado con lo anterior asistimos, también hoy de nuevo, a que se otorgue validez a la cuestión numérica para dictaminar normas morales: esta pretensión persigue encontrar en la repetición de “mismos” sucesos la columna a partir de la que apoyar ciertas normas. A mayor número de sucesos, mayor necesidad de legalizar. No deja de ser curioso, y prueba de la no relación entre la frecuencia de sucesos y su necesidad de legalización, que para diferentes fenómenos con alta tasa de repetición la respuesta legislativa, legalizar o ilegalizar, sea diferente: mientras que en ocasiones de que un acto se repita mucho se extrapola la conclusión de que debe ser legalizado, otras veces la conclusión es su contraria, que sea ilegalizado. Si esto es así, si no existe una relación entre tasa de repetición y determinación de legalización o ilegalización, estaríamos reconociendo que la moral (de la que partirán la posterior legislación) se deberá encontrar en otra parte diferente a la cuestión numérica. Observamos como algunos pretenden justificar la legalidad del aborto o de la prostitución en base a su gran tasa de repetición ("son realidades que se repiten en gran número y seguirán existiendo, y por eso deben ser legalizadas", dicen algunos; “más de x casos de aborto al año en España justifican su legalidad” escuchábamos en boca de una ministra), mientras por el contrario se defiende la ilegalización total de las donaciones de particulares a partidos políticos porque hemos observado que "muchas de estas" esconden infames corruptelas. Vemos como algunos justifican una diferente pena para cada sexo alegando "que la tasa de muerte es mucho mayor en la violencia de hombres hacia mujeres que al revés, y de ahí la necesidad de diferentes penas disuasorias” pero a la vez se esta totalmente en contra de aquellas propuestas que presentan diferentes condenas en función a la etnia, raza, cultura, lugar de nacimiento y la tasa de repetición de ciertos delitos en estas. Olvidamos como la cuestión numérica sirvió para justificar el toque de queda nocturno para la población negra de ciertas ciudades europeas del S. XIX (al fin y al cabo el mayor número de delitos lo cometían los negros) o como una de los anhelos históricos de la más rancia derecha ultraconservadora en USA justifica en la cuestión numérica su propuesta de aumentar las penas por los mismos delitos dependiendo de si eres blanco o “negro / latino” (ya que, al fin y al cabo y con los números en la mano, estos últimos son los que más delitos cometían, los que más delitos cometen y los que más delitos cometerán de no cambiar sus condiciones). Una cosa es valorar las repercusiones que cierta legislación tuvo en relación con los objetivos marcados (por ejemplo, la ilegalización de las drogas no parece haber tenido los efectos deseados) y otra es la simpleza de justificar cambiar la legislación por una alta tasa de repetición (siguiendo con el ejemplo de la droga, la razón para cambiar o no la legislación al respecto no será sólo que muchas personas sigan consumiendo estas sustancias ilegales).
Hume tiene para todos.
Tal vez el lector atento se haya percatado del hecho de que se hayan expuesto algunos ejemplos y comparaciones de la incapacidad de dictar la moral a partir de la realidad especialmente sangrantes para algunas de los postulados más en boga que hoy en día defiende el "progresismo" (o como lo queramos llamar) desde unas supuestas realidades. El autor de este artículo reconoce haberlas seleccionado a propósito: utilizar como ejemplos el aborto, la prostitución, la propuesta de legalización de ciertas drogas o la ley de violencia de género son temas de candente actualidad que seguro han provocado diferentes reacciones entre los lectores, a uno que escribe este artículo le ayuda a bajar de la presentación divulgativa al barro ideológico. Pero permítanme, antes de lanzar cualquier furibundo comentario, explicarles las razones que me llevaron a esto: no se critica estas propuestas, sino ciertas pretensiones de razonamiento lógico que algunos otorgan a estas: el objetivo es resaltar como el progresismo adopta hoy en día bases filosóficas propias del conservadurismo. Y es que el problema "del ser" y del "deber ser" ha resultado históricamente buena receta contra moral conservadora. Como ya apuntábamos al principio del artículo, Hume consigue a través de esta reflexión propinar una herida al corazón de la moral religiosa imperante en su época, a la moral conservadora de su entorno. Pero es que esta herida, por mérito propio, continua sin cicatrizar en el corazón del conservador: hace tambalearse los cimientos de la moral religiosa sea cual sea la época y lugar, pondrá en evidencia ese darwinismo y malthusianismo mal entendido que pretende imponer cierta moral, al utilitarismo y hedonismo más tosco, a la fisiocracia económica, etc... Es receta eficaz para esos cuentos que otorgan a supuestas razas o supuestas pueblos supuestas superioridades, eso que tanto mal causo en el pasado S. XX. Es una perfecta respuesta a esos que apuestan por que la mujer se quede en casa "porque siempre fue así". Recuerden a Hume cuando alguien les intente justificar la pobreza o la desigualdad y miseria en función a supuestas leyes económicas, cuando intenten justificar que los menos preparados para un mundo competitivo deben ser pobres incluso trabajando “porque siempre les fue así”. Recuerden a Hume cuando algunos pretendan legislar diferente en función del lugar de nacimiento, cuando algunos justifiquen guerras “porque siempre existió guerras por los recursos” o porque "siempre avanzamos gracias a las guerras"... Ustedes seguro pueden seguir con otros ejemplos. Y es que al fin y al cabo el conservadurismo busca “conservar lo que es”, y para ello, en el mejor de los casos, se vale de una muy correcta, detallada y rigurosa descripción de la realidad para a partir de esta realizar su “salto de malabarista lógico” y transformar el “ser” en el “debe ser”. Frases tipo “las cosas tienen que seguir funcionando así porque así son” o “el mundo es como es, y así debe seguir siendo” seguro que les suenan, resumen muy bien todo esto.
En unos tiempos en que el propio pensamiento progresista se auto debilita en lo que siempre fue su feudo, la posibilidad de pensar como motor de cambio en una moral diferente y confrontrada a la realidad ahora existente, es importante recordar la advertencia de Hume, más allá del extremismo y relativismo propio a sus propuestas. El miedo a reconocer que en ocasiones nos veremos en la situación de tener que optar a inclinarnos hacia ciertas decisiones que ninguna ciencia, ningún pasado, ninguna realidad y ninguna previsión va a decirnos cuales son correctas, averiguar que la ideología puede nacer de nuestras más profundas e intimas emociones es algo que a lo que algunos parecen temer... siempre fue más fácil soñar con la existencia de algunas divinidades o de algunas realidades eternas que nos absolvieran de ser nosotros los responsables de decidir y actuar.
Hume tiene para todos.
Supongamos que tenemos un bar de viejas, donde van a tomar el té con pastas, malmeter contra el vecindario y escandalizarse de lo que es al juventud de hoy en día.
Supongamos que a ese bar, establecido durante décadas como bar de viejas, va un grupo de cuatro chavales, y les piden que se vayan.
Esos chavales tiene dos opciones: la opción de marcharse, para hacer daño económico al bar, que deja de contar con los cuatro clientes jóvenes, que se tomaban sus birras y sus copas, o empezar a armar bulla y cagarse en dios, para que las viejas, escandalizadas, busquen otro apeadero.
Mediante la opción primera, el bar es estable y se permitirá ponerse exquisito con cualquiera, porque tiene a sus clientas fijas. No gana más, pero tampoco se arriesga a ganar menos.
Mediante la opción segunda, primero echas las viejas, y luego, te vas. Y a lo mejor el bar cambia de aire. O a lo mejor cierra.
Simples diferencias estratégicas.
La opción buena, por supuesto, es buscar la convivencia. Si esta es posible, alabado sea Jesucristo. Si no, pues bien está conocer las dos opciones.
La tarta de queso es un clásico entre los clásicos. Es un postre muy recurrido en cualquier restaurante, ya sea en su versión fría o en su versión al horno. De cualquier manera, está deliciosa y seguro que convence a todos los comensales.
Os dejo por aquí la receta tanto en video como escrita. Espero que os guste.
Los ingredientes que necesitamos son:
- 1/2 litro de leche
- 1/2 litro de nata
- 250 g de azúcar blanco
- 300 g de queso fresco
- 4 sobres de cuajada
- 100 ml de leche para mezclar con la cuajada
- 200 g de galletas maría o tostada
- 80 g de mantequilla
- 200 g de mermelada de frambuesa
- 100 ml de agua
- 1 sobre de gelatina neutra
Y los pasos a seguir son:
Lo primero que tenemos que hacer es la base. Por lo que trituramos las galletas y las mezclamos con la mantequilla derretida. Para hacer la base, cogemos un molde y le ponemos debajo papel de horno y extendemos y compactamos bien la mezcla de la galleta con la mantequilla derretida. Mientras hacemos el siguiente paso, metemos la base en la nevera.
Ahora vamos a hacer la tarta, para ello introducimos en un cazo el medio litro de leche, la nata y el azúcar, y removemos a fuego medio hasta que se derrita el azúcar. Cuando esté listo, echamos el queso fresco y seguimos removiendo hasta que se deshaga por completo. Mezclamos en un vaso los 100 ml de leche que teníamos aparte con la cuajada y cuando este el queso fresco bien mezclado en el cazo, echamos la leche con la cuajada. Removemos unos instantes y retiramos del fuego.
Vertemos con cuidado dentro del molde y dejamos reposar hasta que se enfría. Guardamos en la nevera 6 horas.
Si queremos hacerle una cobertura, mezclamos la gelatina con el agua y vertemos en un cazo con la mermelada que más nos guste, nosotros usamos frambuesa. La ponemos a fuego lento para mezclar bien todos los ingredientes y cuando esté listo vertemos sobre la tarta de queso reposada.
Ya estaría lista la tarta de queso para disfrutar.
Huelga explicarle también a la gente qué es el capitalismo desde lo emocional, mucho más allá de conceptos económicos. El capitalismo no tiene otro objetivo que convertir al hombre en un competidor para poder confundir dos términos que, en mi opinión, son casi antagónicos: ambición y felicidad.
El humanismo aspira a que necesitemos al otro para crecer. El capitalismo afirma que el otro es solo un sujeto al que debemos superar.
Tener más seguidores. Ganar más que fulano. Ocupar el puesto más alto. Comprar el coche más caro. La ambición ha sustituido a la felicidad como objetivo esencial de la humanidad. Eso es el capitalismo. Y esa necesidad del otro solo para superarlo, para vencerlo, es algo que está presente en la política de este país. Y cada vez más. Las tertulias en los 80 eran un impulso al conocimiento personal. Las tertulias, hoy, son dos bandos en competición. La solidaridad ha pasado de ser un rasgo social estatal a un valor comercial que ayuda a empresas a mejorar su reputación.
La izquierda está derrotada porque ya ha asumido las reglas del juego del capitalismo, porque ya ha aceptado ese papel del otro como sujeto con el que competir.
Durante la Segunda República se produjeron 12 huelgas del funcionariado administrativo. Funcionariado, señores. Huelgas que fueron secundadas por carteros, obreros de la metalurgia o costureras. Personas con sueldos miserables, apoyando a personas con sueldos medios para que pudiesen cobrar lo que debían cobrar. Luchando, llana y sencillamente, por lo que era justo. El otro no era una persona a la que superar, era alguien al que poder ayudar.
Pensar en algo así, hoy en día, sería imposible. Personas con sueldos miserables prefieren denostar las luchas honestas de personas que cobran más que ellos, que luchar por tener un sueldo propio digno. Esa es la prueba irrefutable de que el capitalismo ha ganado la batalla y el relato cultural y social.
Aún es fácil encontrarnos con definiciones que presentan a la metafísica como una serie de propuestas que dividen el ámbito de lo que es y de lo que existe en dos planos separados: por un lado el mundo físico, al cual tenemos acceso sensorial y donde nos desarrollamos, y por otro lado el mundo metafísico, al cual no tenemos acceso sensorial, pero que sin embargo y de alguna manera, no siempre muy bien explicada, podemos acceder intelectualmente a través de algo así como una especie de razón abstracta. Dos especies de “mundos” diferentes, se suele presentar el nuestro como material y mutable, mientras al metafísico como inmutable, en ocasiones espiritual, pero al que siempre se les quiere buscar alguna conexión en la que el metafísico ordenaría al físico.
No es raro así ver revisiones en la historia del pensamiento que colocan en el pitagorismo el momento en el que metafísicos y materialistas se dividen en dos ramas filosóficas que a partir de ese momento serían enfrentadas. Si tiene el lector un ratillo, vea este vídeo, es un perfecto ejemplo de todo esto.
Más allá de discusiones sobre en qué momento histórico nace esta división, si la metafísica ya apareció con anterioridad al pitagorismo, o si es correcto y no un simplismo explicar la metafísica como un mundo separado del nuestro, diremos que es cierto que la propuesta materialista siempre se opuso a aceptar a la metafísica como algo separado de la materia. Al fin y al cabo, si se defiende que la substancia de todo es la materia, no se puede conceder esa propiedad a un mundo metafísico ajeno a esta. Es cierto, el materialismo siempre ha mirado a cualquier propuesta metafísica alejada de la materia con el ceño fruncido (incluso en ocasiones, cuando sin ser consciente, también su propuesta materialista era metafísica).
Es objeto así de este artículo dar a entender, desde una perspectiva materialista y utilizando como ejemplo la revisión de la metafísica pitagórica, como esta idea de metafísica no es algo ajeno a las operaciones materiales ni una realidad paralela a nuestro mundo de la que por alguna razón seamos capaces de conectar intelectualmente.
Metafísica como sustantivación de lo material: el ejemplo pitagórico.
Uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos a la hora de abordar la historia del pensamiento es integrar a nuestra concepción actual, como individuos contemporáneos que estudiamos desde lejos otras épocas, el sistema mental del sujeto histórico. Este problema, bien conocido, supone un quebradero de cabeza no pocas veces frustrante. Las concepciones que a lo largo de la historia las diferentes sociedades tuvieron y tienen sobre la realidad ontológica, el tiempo y el espacio, la estética, la política, que decir de la moral y la ética, llegan a ser a veces tan sorprendentes y diferentes a las actuales, que resulta realmente complicado adaptarlas a nuestro entendimiento actual, individuos y sociedades que también nos desarrollamos en otro momento histórico concreto. De aquí es fácil entender el riesgo que siempre existe cuando hacemos afirmaciones sobre qué o cómo comprendían los antiguos la realidad o sus propias acciones: nuestro entendimiento del mundo (concepto ya de por sí oscuro eso de “mundo”) surge en un proceso históricamente concreto, que define nuestra concepción general y las leyes que lo rigen, condicionando también con ello las propias relaciones, tanto sociales como con el resto de la realidad externa.
En este sentido, resulta hoy complicado llegar a comprender en toda su extensión eso de que para los antiguos griegos, en especial los presocráticos, la existencia de algunos conceptos, para nosotros ahora ideas abstractas, requerían de una extensión espacial: la creencia de que el “ser” era sensible era casi un axioma, no existiendo así aún una clara distinción entre lo corpóreo y lo incorpóreo, y por tanto entre “materia y forma” y entre “materia y espíritu”. Hasta algunas de las ideas aparentemente más abstractas, incluso emociones, eran entendidas y en ocasiones definidas como seres con longitud y con anchura, es decir, como cuerpos con dimensiones espaciales (véase como ejemplo de esto las concepciones cuasi materiales del “amor y discordia” de Empédocles o la “Noûs” de Anaxágoras). No encontramos así hasta Platón, ya en el S. V a.C. , y en especial después con Aristóteles, los primeros autores que trataron de forma explícita y consciente la posibilidad de existencia de seres sin extensión espacial.
Pudiera ser que a alguno de los lectores, incluso interesado en el pensamiento antiguo griego, esto le sorprenda. No siempre resulta sencillo encontrar alusiones o advertencias a este “antiguo entender”, y aquí debemos reconocer que, en un afán divulgativo, se nos suelen presentar esas propuestas conceptuales griegas bajo el velo y la forma actual que ahora entendemos: algo así como una representación mental e inmaterial de un objeto, hecho, cualidad, situación, etc. Se recoge ese “antiguo entender” en su forma original y se transmuta a nuestra concepción contemporánea. Como apuntábamos más arriba, si ya resulta un reto ser capaces de transmitir al interesado en la historia del pensamiento las diferentes propuestas filosóficas de los antiguos, muchas de ellas de una oscuridad no pequeña, más aún será tener que presentarlas y entenderlas bajo concepciones tan alejadas ya para nosotros.
Pitagorismo: el número como constitutivo de la realidad.
“(...) los pitagóricos, para quienes el límite es masculino y lo ilimitado femenino, concibieron que el límite puso en lo ilimitado una semilla, en torno a la cual se fue configurando el universo. Tal semilla inhaló de lo ilimitado circundante, y como consecuencia de ello, penetró también el vacío en el universo que se iba construyendo. A partir del vacío, lo pitagóricos pueden explicar la existencia de unidades discretas, ya que es el vacío lo que actúa de límite entre ellas.” (Alberto Bernabé, “Fragmentos Presócraticos”, 1988).
La escuela pitagórica aparece en el S. VI a.C., con su epicentro originario en Crotona (Grecia Magna). Movimiento neopagano, religioso y místico, en un principio asociado a comunidades mercantiles de artesanos, las doctrinas atribuidas a Pitágoras (junto con las órficas) tuvieron un gran impacto, en especial la doctrina de la “transmigración de las almas” y de la “reencarnación en otros seres vivos”, la metempsicosis.
Sin embargo, podemos decir que lo que ha pasado en primer plano al recuerdo histórico es la contribución filosófica y científica de esta escuela, en especial lo relacionado a las matemáticas y la astronomía, si bien es importante destacar que en un principio las motivaciones del estudio de estas fueron siempre religiosas. Filosofía, ciencia, matemáticas y religión son aspectos indisociables que se integran en el misticismo pitagórico. Así escribe Aristóteles sobre los pitagóricos:
“Los pitagóricos fueron los primeros que se dedicaron a las matemáticas y que las hicieron avanzar, y nutridos por ellas, creyeron que los principios de éstas serían los principios de todas las cosas que son. Puesto que en las matemáticas los números son por propia naturaleza los principios primeros; precisamente en los números ellos pensaban ver, más que en el fuego, en la tierra y en el agua, muchas semejanzas con las cosas que son y que se generan. [...] además, porque veían que las notas y los acordes musicales consistían en números; y finalmente porque todas las demás cosas, en toda la realidad, les parecían estar hechas a imagen de los números y que los números fuesen lo primero en toda la realidad; pensaron que los elementos del número fuesen los elementos de todas las cosas y que todo el universo fuese armonía y número.” (Aristóteles, Metafísica, Libro I, Capítulo V)
El pitagorismo propondría una versión menos mitológica y más racional del origen de la realidad que la existente hasta entonces en la Antigua Grecia (curiosamente más racional a través de cambiar lo mítico por lo místico). Así se suele presentar que fue en especial a partir del estudio de los sonidos y su posibilidad de traducción a relaciones numéricas - la religión pitagórica prestaban una especial atención a la música como medio de purificación y catarsis - como los pitagóricos llegaron a ser conscientes de la existencia en la realidad de una regularidad matemática. Tal descubrimiento de relaciones matemáticas regulares en fenómenos reales debió producir una extraordinaria impresión en los pitagóricos, hasta el punto de encontrar en el número el arché griego, el principio y raíz común de la realidad.
El pitagorismo, a través del número, creará su visión cosmológica (ordenada) del mundo, y la relación dialéctica en este entre armonía y caos, representada en la “tabla de los opuestos pitagóricos” (teoría del cosmos enantiológico de los pitagóricos):
La mónada antigua, la unidad, el “uno”, lo “limitado”, se convertiría así en el principio de todo lo conocido. Para la aritmética pitagórica (que en un comienzo solo conocía los números racionales) todo parte del “uno”, el primer número, y de aquí se llega a la idea de que la unidad sea el principio común. De que la realidad nos muestra que existen relaciones entre cosas diferentes que son susceptibles de expresarse mediante una proporción numérica, el pitagórico infiere que los mismos principios que gobiernan a las matemáticas deben gobernar el orden del cosmos, y puesto que los números son el fundamento de las matemáticas, también deberá así ser las relaciones entre números el principio de todo. Las cosas están formadas por una multiplicidad de unidades, a modo de puntos geométricos, todas ellas iguales entre sí, imperceptibles por los sentidos. Así pues, las propiedades intrínsecas de una cosa dependen de la cantidad y proporción numérica que la compone y de su disposición geométrica: así por ejemplo la justicia, la inteligencia o la oportunidad estarían definidos por una combinación determinada de unidades. Más adelante Leucipo y Demócrito con su teoría atomista, ya en el S. V y IV a.C., dos pensadores de tradición pitagórica, darán nueva forma duradera a esa teoría, al sustituir el concepto de unidad/punto por el de átomo indivisible.
Nos encontramos aquí con una de esas concepciones cuasi-materiales de las que hablábamos en la introducción y que merece mayor detalle: los primeros pitagóricos no disponían de un sistema simple de notación numérica, por lo que se veían obligados a utilizar, a modo de expresión, un sistema similar al nuestro que vemos en el dominó o los dados. Para representar cualquier número, los primeros pitagóricos solo podían hacerlo bajo la evidencia material y operatoria. Así, por ejemplo, debían representar el número 10 mediante diez puntos o alfas, en ocasiones piedrecillas en la arena, ordenados de una forma determinada, un triángulo equilátero (el famoso y místico “Tetractýs de la Década”). Para representar el número diez aún lo hacían bajo la evidencia física de diez unidades.
Aquí lo importante es entender como en la mente de los primeros pitagóricos existe una identificación entre el número y la materia. Como representaban las figuras geométricas por la suma de puntos o alfas, creyeron que los números debían tener una longitud espacial, confundiendo unidades matemáticas con unidades extensas. Se aúna así en el pitagorismo la materia, el número y la forma. El número es el principio de los seres bajo el punto de vista de la materia, así como es la causa de sus modificaciones y de sus estados diversos.
De lo material a lo metafísico: el gnomon como ejemplo.
Recurriremos de nuevo a Aristóteles, que nos daría una pista de como es a partir de las operaciones materiales que los pitagóricos llegarían a su metafísica, explicándonos brevemente como razonaban la relación entre sus dos primigenios y principales opuestos, “par e impar” con lo “limitado e ilimitado”. Leemos así:
Además los pitagóricos identifican lo infinito con lo par (pues, de éste, cuando está incluido y limitado por lo par les viene a las cosas la infinitud). Una muestra de ello es lo que acontece con los gnómones en torno a la uno y fuera de lo uno, la figura que resulta en una de las construcciones es siempre diferente y en la otra es siempre la misma. (Aristóteles, Física IV).
Desarrollemos a continuación esta frase de Aristóteles: El “gnomon” era la escuadra utilizada por los carpinteros para medir los ángulos rectos, si bien en lo referente a la geometría se entiende hoy en día como cualquier figura que, añadida a otra figura original, produce una figura semejante en forma a esa original pero mayor en tamaño (y por tanto también cualquier figura que, restándose a otra de mayor tamaño, produce una figura semejante a esa original pero menor en tamaño). Según el propio Aristóteles, los mismos pitagóricos encontrarían en el gnomon la relación entre sus dos originales opuestos, “par e impar” y “limitado e ilimitado” (así leemos “Una muestra de ello es lo que acontece con los gnómones en torno a la uno y fuera de lo uno (...)”.
Par / impar: En las imágenes de más arriba podemos ver dos ejemplos de desarrollo de gnomones. En la Fig. 1, los gnomones están colocados en torno al número 1 (impar), mientras en la Fig. 2 aparecen a partir del Nº 2 (par). Cualquiera de las dos figuras podría extenderse hasta el infinito añadiendo más gnomones. Así, para el caso de la Fig. 1 (que parte del 1, impar) vemos en la imagen que los gnomones siempre darán números impares (3, 5, 9...), mientras que para la Fig. 2 (que parte del 2, par) vemos que los gnomones siempre darán números pares (4, 6, 8...). La diferencia es clara: mientras para la Fig. 1, curso de gnomones impar, con cada adición se conserva la misma forma cuadrada (al mantener la razón 1:1), la Fig. 2, curso de gnomones pares, cambia con cada adición, ya que el tamaño de su longitud y altura no es la misma, dando lugar a una figura oblonga (recordar que en la tabla de los opuestos pitagóricos el cuadrado, debajo de lo impar, se encuentra opuesto a lo oblongo, que estaría debajo de lo par).*
Limitado / ilimitado: Los pitagóricos también encontrarían en el curso de estos gnomones sus opuestos “limitado e ilimitado”. Si nos fijamos en la flecha de la Fig. 1 (curso impar) veremos como el gnomon no permite la división en mitades, al existir interposición de la unidad (la flecha “topa” con el primer punto). Nótese como los pitagóricos entendían los números como formas con extensión. En la Fig. 2 (pares) la división en mitades se prolonga indefinidamente. Encontrarían así en los desarrollos de números impares lo indivisible (limitado) y en los números pares lo divisible (ilimitado).
Pues bien, según Aristóteles (también encontramos otras referencias en a esto mismo con Simplicio de Cilicia) es a partir de figuraciones de este tipo como los pitagóricos llegaron a crear las relaciones de “impar – limitado” y "par – ilimitado”. La Fig. 1 representa lo impar, se mantiene uniforme e indivisible (limitado), mientras que la Fig. 2, representante de lo par, varía indefinidamente y es divisible (es ilimitada). Lo par es ilimitado, porque se puede dividir, a diferencia de lo impar, en dónde la unidad impide esta división. Así leemos en Aristóteles “(...) la figura que resulta en una de las construcciones es siempre diferente y en la otra es siempre la misma”.
Los pitagóricos deducen que si el número es la sustancia de las cosas, todas las oposiciones de las cosas son, por definición, oposiciones entre números. Se intuye aquí un intento de reduccionismo y fusión entre la doctrina numérica, propia del desarrollo científico de los pitagóricos, con la teoría de los opuestos, que vendría como tradición por influencia del zoroastrismo y su dualismo. En definitiva, para el pitagorismo la estructura matemática del cosmos es una estructura enantiológica, al ser las oposiciones las que configuran los propios conceptos matemáticos. Es aquí donde encontramos la metafísica pitagórica: la unidad, en tanto principio de los números, debe ser absoluta, con existencia propia, ya que a su vez son las números el principio de las cosas.
De lo material a lo metafísico: el proceso de sustantivación.
“La verdad del teorema de Pitágoras no sería la adecuación de los triángulos rectángulos empíricos con supuestos triángulos ideales en la mente de los geómetras; sino la identidad misma entre la suma de las áreas de los cuadrados de los catetos y el área del cuadrado de la hipotenusa.” (Gustavo Bueno, “Teoría del Cierre Categorial”, 1992)
La elevación a nivel de metafísica de ciertas propiedades supuestas a los números a partir de operaciones materiales, incluso la idea de la unidad como naturaleza absoluta, nos sirve de perfecto ejemplo para mostrar el proceso de sustantivación que solemos encontrar en mucho de lo que se viene a categorizar como “metafísica”.
El proceso de sustantivación, en ocasiones llamado hipóstasis, es un fenómeno bien estudiado por el materialismo. Una definición en lo que refiere a este artículo sería el paso mediante el cual se eleva a objeto con existencia independiente (a rango de substancia) lo que en realidad constituye solo una propiedad o una relación. En una acepción más amplia, en ocasiones refiere a una concesión de existencia independiente para conceptos abstractos. No es por tanto de extrañar la atención a tal fenómeno por parte de la tradición materialista, en su continua labor de desgranar el origen material de propuestas idealistas. (Y aunque aquí el que ahora les escribe no es mucho de enlazar a vídeos, en esta ocasión les va a recomendar este breve vídeo si quieren ampliar algo en el concepto de hipóstasis).
El ejemplo para el caso pitagórico es claro: a partir de ciertas operaciones materiales con los números geométricos, y de las relaciones y propiedades que de estas operaciones se descubren, el pitagórico sustantiva en el número el constitutivo de la realidad. El número como substancia del mundo es la hipóstasis del orden mensurable de los fenómenos materiales. Pareciera que el pitagórico invierte el orden: le inserta substancia al número y lo convierte en el modelo originario de las cosas cuando, al contrario, son las relaciones y propiedades existentes entre las cosas las que producen la idea de número.
Vemos así como la metafísica pitagórica, diremos ahora que como muchas otras ideas metafísicas, no aparece como algo que viniera de alguna especie de pensamiento capaz de conectar intelectualmente con un mundo o cualquier otro ente diferente a nuestra realidad, y por supuesto menos aún es la substancia u ordenación de nuestro mundo físico, sino que se presenta más bien como una sustantivación de las relaciones materiales. Es a partir de las relaciones y propiedades de la materia como se crean en nuestra mente las ideas, que en ocasiones sustantivamos, a veces como error, otras veces por una exigencia práctica y necesaria y sin lo que sería difícil entendernos, incluso llegando a convertirlas en ocasiones en “ideas fuerza”.
Nota final.
Acaso si el lector no lo hubiera hecho antes, le invito a que reserve algunos momentos de vez en cuando a reflexionar sobre esto del proceso de hipóstasis y su posibilidad de existencia en otras propuestas que se presentan como metafísicas. Piense, por ejemplo, en todo este nuevo nihilismo cuántico que se sirve a veces de la termodinámica, tan en boga hoy en día y que tanto recuerda al pitagorismo. En todo ese idealismo alemán de figuras como Hegel, Fichte o Schelling, que aún sigue resonando con fuerza en nuestro entendimiento del presente. Y más allá de corrientes filosóficas, a como en ocasiones tratamos algunas “ideas fuerza” tan de uso diario y que tanto suenan hoy en día como las de libertad, ciudadanía, igualdad o derechos. A eslogan como ese de “el dinero es deuda”, que seguro en ocasiones habrán leído. A la idea de emergentismo, o a eso del Método Científico con mayúsculas...
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* Algunos estudiosos del pitagorismo proponen que si estos tomaron a la unidad como síntesis de lo par/impar era debido a que desconocían aún el cero, ya que el conocimiento de este hubiera hecho posible compensar el sistema numérico por dos canales (0, 1), y no por uno solo. Otros autores, sin embargo, indican que posiblemente la idea de vacío, que sí conocían ya los pitagóricos, funcionaba como cero.
menéame