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En las últimas semanas y por diversos motivos, las banderas se han reivindicado como potentes símbolos para transmitir y afianzar mensajes. Desde la del orgullo gay hasta la confederada de EEUU, pasando por la última ocurrencia del presidente ruso.
Quién no reconoce los acordes del arranque de su banda sonora. Quién no identifica el singular baile que se marcan Mia Wallace y Vincent Vega en un concurso de danza, y que levante la mano quien no lo haya versionado en algún pub. Se trata, en efecto, de una de las cintas talismán de los años 90, que no sólo hizo ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes a su director, Quentin Tarantino, sino que le encumbró y convirtió en un clásico de la historia del cine, Pulp Fiction.
Esta semana conocíamos una noticia de esas que dejan un cuerpo extraño tras leerla, porque genera a la vez rechazo y fascinación, o quizá porque supone una aventura que todo aquel más o menos adicto a la adrenalina querría vivir. Los presos que se fugaron esta semana de la cárcel de máxima seguridad de Clinton, Nueva York, han batido un récord histórico al llevar más de 24 horas sin ser capturados. En España también tenemos ejemplos de huidas de prisión míticas, que parecen sacadas de un guion de cine y que, de hecho, han inspirado alguno.
La semana en la que se cumplen 17 años de “El show de Truman”, varios medios se han hecho eco de distintos realitiy-show europeos que rozan el bizarrismo en sus argumentos: recrear la vida bajo el nazismo, unos Juegos del Hambre en los que se desempleados luchan por el sueldo mínimo... ¿Dónde está el límite?
En las últimas semanas y por diversos motivos, las banderas se han reivindicado como potentes símbolos para transmitir y afianzar mensajes. Desde la del orgullo gay hasta la confederada de EEUU, pasando por la última ocurrencia del presidente ruso.
Quién no reconoce los acordes del arranque de su banda sonora. Quién no identifica el singular baile que se marcan Mia Wallace y Vincent Vega en un concurso de danza, y que levante la mano quien no lo haya versionado en algún pub. Se trata, en efecto, de una de las cintas talismán de los años 90, que no sólo hizo ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes a su director, Quentin Tarantino, sino que le encumbró y convirtió en un clásico de la historia del cine, Pulp Fiction.
Esta semana conocíamos una noticia de esas que dejan un cuerpo extraño tras leerla, porque genera a la vez rechazo y fascinación, o quizá porque supone una aventura que todo aquel más o menos adicto a la adrenalina querría vivir. Los presos que se fugaron esta semana de la cárcel de máxima seguridad de Clinton, Nueva York, han batido un récord histórico al llevar más de 24 horas sin ser capturados. En España también tenemos ejemplos de huidas de prisión míticas, que parecen sacadas de un guion de cine y que, de hecho, han inspirado alguno.
La semana en la que se cumplen 17 años de “El show de Truman”, varios medios se han hecho eco de distintos realitiy-show europeos que rozan el bizarrismo en sus argumentos: recrear la vida bajo el nazismo, unos Juegos del Hambre en los que se desempleados luchan por el sueldo mínimo... ¿Dónde está el límite?