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Christophe Castaner, el ministro del Interior que anunció que los chalecos amarillos “Vienen a destruir y a matar”, minimiza la importancia de los manifestantes, los ningunea: “Los chalecos amarillos son apenas 10 mil en todo el país, de los cuales una parte está radicalizada”. Pos bueno, pos vale, pos m’alegro. Para hacerles frente este sábado, Castaner movilizó 89 mil gendarmes y otras tropas de represión. ¡Tres divisiones! Algo nunca visto, a tal punto que un alto oficial declaró que ni siquiera tienen cascos para todos.
Hace tan sólo un año, en noviembre de 2017, el Comité de Prevención de la Tortura denunciaba la práctica de atar a los presos en las cárceles españolas. Se denunciaba así, por parte del organismo europeo, que se está atacando la dignidad de los presos al tenerlos inmovilizados durante horas o días, incluso sin permitirles ir al baño. En alguna ocasión, estando así inmovilizados, se les golpea.
Los andaluces son pequeños, peludos, suaves, tan blandos por fuera que se dirían todo de algodón. Ténganlo en cuenta para sus deseos navideños: adopten a un andaluz, como se adopta a un tamagochi, a un bonsái, a uno de esos niños de Asia que, como los de Andalucía según Ana Mato, estudian en el suelo, aunque uno se pregunta todavía si tanto le preocupaba por qué no les envió a los payasos que sobraban de sus fiestas de la Gürtel.
Christophe Castaner, el ministro del Interior que anunció que los chalecos amarillos “Vienen a destruir y a matar”, minimiza la importancia de los manifestantes, los ningunea: “Los chalecos amarillos son apenas 10 mil en todo el país, de los cuales una parte está radicalizada”. Pos bueno, pos vale, pos m’alegro. Para hacerles frente este sábado, Castaner movilizó 89 mil gendarmes y otras tropas de represión. ¡Tres divisiones! Algo nunca visto, a tal punto que un alto oficial declaró que ni siquiera tienen cascos para todos.
Hace tan sólo un año, en noviembre de 2017, el Comité de Prevención de la Tortura denunciaba la práctica de atar a los presos en las cárceles españolas. Se denunciaba así, por parte del organismo europeo, que se está atacando la dignidad de los presos al tenerlos inmovilizados durante horas o días, incluso sin permitirles ir al baño. En alguna ocasión, estando así inmovilizados, se les golpea.
Los andaluces son pequeños, peludos, suaves, tan blandos por fuera que se dirían todo de algodón. Ténganlo en cuenta para sus deseos navideños: adopten a un andaluz, como se adopta a un tamagochi, a un bonsái, a uno de esos niños de Asia que, como los de Andalucía según Ana Mato, estudian en el suelo, aunque uno se pregunta todavía si tanto le preocupaba por qué no les envió a los payasos que sobraban de sus fiestas de la Gürtel.