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Desde su silla de ruedas, la mexicana Irina Layevska empuñó el fusil en Nicaragua y llevó petróleo a una Cuba sumida en el periodo especial. Pensó en matarse cuando la esclerosis múltiple amenazó con dejarla ciega, pero finalmente enterró sólo la parte de sí que le limitaba tanto o más que la discapacidad: el género masculino que le asignaron al nacer y que sobrellevaba disfrazándose de su idolatrado Ernesto Guevara. Contra todo pronóstico, Irina ha cumplido 50 años, 13 desde que se asumió como mujer.
Estamos a principios del siglo XX. Hace tiempo que el barco a vela fue desplazado como principal medio de transporte para viajar entre continentes. La era del vapor ha llegado y ha permitido que los barcos sean cada vez más grandes y cada vez más rápidos. Su crecimiento permite que entre 1900 y 1914 llegasen más de un millón de inmigrantes al año a Estados Unidos provenientes de Europa.
Desde su silla de ruedas, la mexicana Irina Layevska empuñó el fusil en Nicaragua y llevó petróleo a una Cuba sumida en el periodo especial. Pensó en matarse cuando la esclerosis múltiple amenazó con dejarla ciega, pero finalmente enterró sólo la parte de sí que le limitaba tanto o más que la discapacidad: el género masculino que le asignaron al nacer y que sobrellevaba disfrazándose de su idolatrado Ernesto Guevara. Contra todo pronóstico, Irina ha cumplido 50 años, 13 desde que se asumió como mujer.
Estamos a principios del siglo XX. Hace tiempo que el barco a vela fue desplazado como principal medio de transporte para viajar entre continentes. La era del vapor ha llegado y ha permitido que los barcos sean cada vez más grandes y cada vez más rápidos. Su crecimiento permite que entre 1900 y 1914 llegasen más de un millón de inmigrantes al año a Estados Unidos provenientes de Europa.