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Las carreteras incitan a la conducción. Cuantas más hay, más usan el coche los ciudadanos y menos se descongestionan las ciudades. En contra de lo que piensan los políticos que apuestan por el desarrollo o ampliación de las vías para hacer más fluidas las capitales, invertir en asfalto provoca mayor colapso. La gente está desesperada por conducir por lo que habrá que ponerselo más difícil.
Aterrizamos en Barcelona después de unos días en un caserío en Navarra. Al shock de la vuelta al curro se suma la sacudida de conciencia que me provocan siempre los niños de campo. Lo distinta que es su vida de la de mis enanas urbanitas.
¿Los cuatro más poderosos? ¿En serio?
Las carreteras incitan a la conducción. Cuantas más hay, más usan el coche los ciudadanos y menos se descongestionan las ciudades. En contra de lo que piensan los políticos que apuestan por el desarrollo o ampliación de las vías para hacer más fluidas las capitales, invertir en asfalto provoca mayor colapso. La gente está desesperada por conducir por lo que habrá que ponerselo más difícil.
Aterrizamos en Barcelona después de unos días en un caserío en Navarra. Al shock de la vuelta al curro se suma la sacudida de conciencia que me provocan siempre los niños de campo. Lo distinta que es su vida de la de mis enanas urbanitas.
El campo está, en parte, idealizado. Muy bonito lo de los niños jugando a las praderas y alejados de un estilo de vida frívolo. Ahora bien, pensemos en los kilómetros que los niños de la aldea tendrán que recorrer en el futuro para ir al instituto, en las posibilidades laborales (y de ocio) que tendrán en el caso de que decidan no ir a la ciudad, etcétera. ¿Hacia dónde inclinamos la balanza? En mi caso hacia la ciudad, sin duda, ya tendrán tiempo de irse a vivir al campo cuando se jubilen.
¿Los cuatro más poderosos? ¿En serio?
El campo está, en parte, idealizado. Muy bonito lo de los niños jugando a las praderas y alejados de un estilo de vida frívolo. Ahora bien, pensemos en los kilómetros que los niños de la aldea tendrán que recorrer en el futuro para ir al instituto, en las posibilidades laborales (y de ocio) que tendrán en el caso de que decidan no ir a la ciudad, etcétera. ¿Hacia dónde inclinamos la balanza? En mi caso hacia la ciudad, sin duda, ya tendrán tiempo de irse a vivir al campo cuando se jubilen.