He entrado en este restaurante porque es el único que me quedaba a tiro, para comer algo decente y sencillo en la hora escasa que tengo disponible entre compromisos y, en este lapso de tiempo, no sólo ha cumplido, sino que he visto trabajar un jefe de sala que me ha devuelto la fe en el futuro del oficio. Por lo que veo, el equipo de sala hoy lo forman cinco chavales, todos hombres ya hechos y derechos, de entre treinta y cuarenta y cinco años, uniformados con polo y pantalones negros más o menos largos, y me jugaría la mano izquierda, sin