Aunque no sabía que aquello era la hoy famosa masculinidad tóxica, me la tuve que comer desde muy niño. Lo normal era que un niño quisiera jugar al fútbol. Llegar a rechazarlo, como acabó pasando, me situó en una posición difícil porque es en el campo de fútbol donde se adquiría el estatus aunque no tuvieras ni puta idea de jugar al fútbol. La cosa fue tan delirante que hasta mi tutor del colegio mandó un nota a casa reclamando a mi madre para una reunión (a nadie se le ocurría que un padre pudiera hacer eso), con el objetivo de informar...