Aunque el ego cumple funciones esenciales, como ayudarnos a tomar decisiones y enfrentar retos diarios, puede convertirse en un problema cuando su influencia se exagera. Un ego demasiado prominente puede oscurecer nuestro juicio y distorsionar nuestra percepción de la realidad, llevando a una sobrevaloración de la propia importancia en el mundo que nos rodea. Un ego inflado se manifiesta en diversas conductas y actitudes que pueden deteriorar las relaciones interpersonales y nuestra calidad de vida.
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