Si hace unas semanas Sun Liang no hubiese metido un tubo de dentífrico en la mochila antes de emprender un viaje entre las montañas Ao y Tai puede que hoy estuviese muerto. O como mínimo recordaría su aventura por los gélidos riscos del noroeste de China como una experiencia (aún) más traumática. Al fin y al cabo si Liang logró sobrevivir en pleno monte tras perderse, vagando entre fieras y senderos traicioneros, fue porque aguantó con lo poco que tenía a mano: el agua que sacaba del río y la nieve y su bote de pasta de dientes.
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Una pasta de dientes tiene habitualmente unos 125 g, de los cuales la mayor parte es agua. Pero, aunque fuera azúcar pura, serían 500 calorías, una comida.