De un ministro del Interior bendecido por Dios y que, de tanto ejercicio espiritual que se metía entre pecho y espalda, pasaba por ser un atleta de la oración hubiera cabido esperar una trayectoria intachable. Por si la meditación y el cilicio no eran suficientes, Jorge Fernández Díaz contaba con la inestimable colaboración de su propio ángel de la guarda, Marcelo, un custodio a tiempo completo que, además de aparcarle el coche, debía de ayudarle a sortear las tentaciones mundanas porque es sabido que la carne es débil y blanda...
Comentarios
Grande Escudier. Casi al nivel del ínclito Manolo Saco.
... O tan tonto como Blesa
Ya lo dije una vez y lo volveré a decir (y justamente por Fernández Díaz. Cuantos más rezos, más hijos de puta.
Pues nada, que le rece a Marcelo que seguro que le ayuda.
Bárcenas se atragantó para que no cumpliera condena su mujer,y creo que con Jorge no se da el caso .
desde el año de la victoria el estado no ha dejado de apestar a basura