Hace 2 años | Por pinaveta a gciencia.com
Publicado hace 2 años por pinaveta a gciencia.com

El 10 de abril de 1815, la isla tropical de Sumbawa, en Indonesia, se convirtió en el mismísimo infierno. En las laderas del volcán Tambora, se tendían pintorescas casitas y fincas donde los aldeanos cultivaban café y pimienta. Pero aquella noche, la tierra comenzó a temblar y se produjo la mayor erupción volcánica conocida en la historia. Aquella catástrofe tuvo un índice de explosividad volcánica de IEV-7, y es la única de esa magnitud que fue inequívocamente confirmada desde la erupción del Taupo, en Nueva Zelanda, alrededor del año 180 d. C

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pinaveta

El 10 de abril de 1815, la isla tropical de Sumbawa, en Indonesia, se convirtió en el mismísimo infierno. En las laderas del volcán Tambora, se tendían pintorescas casitas y fincas donde los aldeanos cultivaban café y pimienta. Pero aquella noche, la tierra comenzó a temblar y se produjo la mayor erupción volcánica conocida en la historia. Aquella catástrofe tuvo un índice de explosividad volcánica de IEV-7, y es la única de esa magnitud que fue inequívocamente confirmada desde la erupción del Taupo, en Nueva Zelanda, alrededor del año 180 d. C. En apenas unos segundos, fueron echados 160 kilómetros cúbicos de materiales. La explosión se escuchó hasta en la isla de Sumatra, a una distancia de más de 2.000 kilómetros. Y la ceniza volcánica cayó masivamente en lugares tan alejados como Borneo, Célebes, Java y las islas Molucas. Por lo menos 71.000 personas murieron, de ellas 12.000 en el mismo momento de la erupción. Pero las consecuencias del desastre terminarían siendo globales, dejando al planeta entero sumido en el frío y en la hambruna durante el año siguiente.

La cantidad de gases y partículas liberadas a la atmósfera provocó un cambio de la circulación atmosférica y bloqueó la luz solar en Europa y América del Norte. Es lo que se conoció como “El año sin verano”, que se hizo patente en 1816. En el cielo había una luz rojiza que nunca se disipaba. Y en junio nevó en Nueva York, en agosto el granizo cayó todos los días en Londres y se arruinaron las cosechas en casi todo el hemisferio norte, extendiendo el hambre por medio mundo. En Nueva Inglaterra, rebaños enteros de ovejas recién trasquilados murieron de frío. Y, como curiosidad, se cree que el frío y la oscuridad ayudaron a Mary Shelley a escribir aquel verano su obra maestra: “Frankenstein”.
Por supuesto, Galicia tampoco fue ajena a aquel terrible ”año sin verano”. Los efectos de la explosión cataclísmica del Tambora llegarían hasta aquí, al igual que sucedería décadas más tarde, en 1883, con la erupción del Krakatoa, que trajo a esta costa los efectos de su consecuente tsunami.

Uno de los documentos que recogen los efectos del Tambora en Galicia son las Cuentas de la Paneira del monasterio de Monfero, rescatadas por el investigador Francisco Díaz-Fierros, catedrático emérito de la USC y coordinador de la “Historia de la meteorología y de la climatología en Galicia”.

En las cuentas de Monfero se recogen los diezmos de producción de maíz que debían pagar los labradores a la iglesia. Y aquel año fueron prácticamente inexistentes. Algo parecido se observa en las rogativas de Santiago de 1816, recogidas en el Archivo Histórico de la USC. El 5 de julio anotan: “la estación del tiempo continuado con crecidos vientos y fríos” y, en septiembre, se insiste en que no se disipa “el riguroso temporal” o aluden la que los compostelanos están molestos “por la continua tempestad de aire y agua”. Y ya tiene que llover para que los “picheleiros” se quejen de la lluvia como algo inaudito?
Uno de los relatos más curiosos de aquel verano de 1816 fue realizado por el sacerdote y abogado de Braga José Manuel da Silva Tedim, que registró así el extraño comportamiento de la meteorología en el mes de julio: “Tenho 78 años y nunca vi tanta lluvia y tanto frio, ni incluso en meses de invierno”.

El testimonio fue recogido por el climatólogo Ricardo Trigo, del Centro de Xeofísica de la Universidad de Lisboa, que en 2009 coordinó una investigación sobre el “año sin verano” que fue publicada en la revista Journal of Climatology.
“Sabíamos que este tema estaba bien documentado en Europa y América, pero había menos datos sobre la península Ibérica, por lo que llevamos a cabo este estudio”, explicaba Ricardo Trigo en la presentación de su investigación.
Por su parte, en Galicia el catedrático Díaz-Fierros estimó los efectos del cambio atmosférico provocado por el Tambora: “Calculamos que el descenso de las temperaturas pudo ser de dos grados”, afirma.

Tanto en Galicia como en el norte de Portugal cayó la producción agrícola, especialmente en cereales. El vino prácticamente desapareció, porque se arruinaron los viñedos por la falta de sol y calor en el momento más estratégico del año. Aun así, Portugal y España terminaron exportando productos agrícolas al norte de Europa, donde las hambrunas fueron apocalípticas y se pagaba cualquier precio por los alimentos. De hecho, se sabe que en Londres las autoridades tuvieron que repartir sopa de caridad en las calles durante meses para mantener a los ciudadanos.

Pero aquella tragedia también se reflejó en el arte. Y muchos paisajes retratados por William Turner reflejan aquellos cielos rojizos del “año sin verano”. Sucedió en 1816, después de la explosión cataclísmica del volcán Tambora en la otra punta del globo. Y tuvo también sus efectos incluso en Galicia, a miles de kilómetros de la catástrofe.

themarquesito

Los registros eclesiásticos de pago de diezmos y demás son un muy buen indicador de actividad económica, pero no están lo bastante explotados.
Además de para documentar casos como este del Tambora, también son muy útiles para establecer el impacto de otras catástrofes como guerras o epidemias (peste, tifus, cólera, etc).
Si algo positivo ha distinguido a la Iglesia Católica ha sido el tener una maquinaria burocrática muy grande y bien engrasada.

Moderdonia

Bueno este verano tampoco es que sea como para terminar el bote de crema solar...

MiguelDeUnamano

#2 Ni para empezarlo siquiera.

B

He estado un mes en Asturias y tampoco se ha visto mucho verano por allí, ni parece que se vaya a ver.

Deckardio

Y en el lago Lemán ese verano de 1816 Mary Shelley, su marido Percy, Polidori, Lord Byron y Claire Clairmont se tenían que quedar por las lluvias constantes en Villa Diodati, de modo que llegó "Frankenstein" y "El Vampiro", gérmenes de tradiciones literarias muy diferentes