Hace 5 años | Por Anxo_ a aeon.co
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El lenguaje de la negociación sexual debe ir mucho más allá del “consentimiento” y el “rechazo” si queremos fomentar el sexo ético y autónomo. [Traducción en los comentarios]

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Charlas sexuales

El lenguaje de la negociación sexual debe ir mucho más allá del “consentimiento” y el “rechazo” si queremos fomentar el sexo ético y autónomo

I

La comunicación es esencial para el sexo ético. De manera habitual, nuestras discusiones públicas se centran en un solo tipo de comunicación: solicitudes de sexo seguidas de consentimiento o rechazo. Pero démonos cuenta de que usamos el lenguaje y la comunicación con una gran variedad de maneras para negociar las relaciones sexuales. Coqueteamos y rechazamos, expresamos curiosidad y repulsión, y articulamos fantasías. Lo ideal es que hablemos de qué tipo de sexo queremos tener, de qué tipo de actos, y de lo que nos gusta y lo que no. Decidimos si vamos a tener o no relaciones sexuales, y cuándo queremos dejar de tenerlas. Nos revisamos y decimos guarradas durante el sexo.

En este ensayo exploro el lenguaje de la negociación sexual. Mi interés específico está en lo que los filósofos llaman la “pragmática” del habla. Es decir, estoy menos interesada en lo que significan las palabras que en cómo se puede entender que hablar es un tipo de acto que tiene un efecto pragmático en el mundo. Los filósofos que se especializan en lo que se conoce como “teoría de los actos de habla” se centran en lo que logra el acto de hablar, a diferencia de lo que significan sus palabras. J. L. Austin desarrolló esta forma de pensar sobre las diferentes cosas que el habla puede hacer en su libro clásico, Cómo hacer cosas con palabras (1962), y muchos filósofos del lenguaje han desarrollado la idea desde entonces.

Por ejemplo, consideremos la pregunta: “¿Puedes tomar el tren a Nueva York?”; la declaración: “Puedes tomar el tren a Nueva York”; la orden: “¡Toma el tren a Nueva York!”; y el consejo: “¡Yo tomaría el tren a Nueva York si fuera tú! Estos actos de habla usan casi las mismas palabras, pero son muy diferentes en su “fuerza” pragmática. Es decir, lo que los diferencia es menos su significado que lo que hacen, y qué tipo de acciones piden de su audiencia. Se pide una respuesta, se transmite información, se exige una acción y se sugiere una acción para su consideración.

Todos los actos de habla realizan algún tipo de acción, con algún tipo de efecto social. Y todos los actos de habla se rigen por lo que los filósofos llaman “normas de felicidad” y “normas de propiedad”. Las normas de felicidad son las normas que hacen que un discurso determinado actúe como una posibilidad coherente. Así que, por ejemplo, mi hijo adolescente no puede convocar una votación nacional — simplemente no tiene la autoridad adecuada para que eso tenga sentido como un acto de habla que pueda realizar — . Del mismo modo, no puedo nombrar al bebé de otra persona solo porque me apetezca, gritándole un nombre. Estos serían actos de habla infelices. Las normas de propiedad son normas que hacen que un discurso actúe de manera apropiada para la situación. Así que, aunque tengo la autoridad para ordenar a mi hijo que limpie su cuarto, sería una violación masiva de la norma para mí entrar en su aula en la escuela y gritarle que limpie su cuarto en medio de la clase.

Diferentes actos del habla con diferente fuerza pueden permitir o socavar el sexo ético, placentero y autónomo. En las discusiones públicas sobre la ética de la comunicación sexual, hemos tendido a proceder como si pedir sexo y consentirlo o rechazarlo fueran las únicas cosas importantes que podemos hacer con el habla cuando se trata del sexo ético — el único tipo de discurso que nos tiene que preocupar — . Trataré de mostrar que nuestro estrecho enfoque en el consentimiento ha distorsionado y limitado nuestra comprensión de la autodeterminación sexual, y de los diversos roles que el lenguaje puede jugar en hacer que el sexo sea ético y satisfactorio, o no ético y dañino.

Anxo_

#1 II

¿Cómo nos limita nuestro enfoque en el consentimiento? Aquí hay algunas maneras:

· Consentir implica normalmente dejar que otra persona te haga algo. De manera paradigmática, el consentimiento (o rechazo del consentimiento) es una respuesta a una petición; pone al solicitante en la posición activa y al que consiente en la posición pasiva. Y en la práctica, dadas las realidades culturales, nuestras discusiones sobre el consentimiento casi siempre posicionan a un hombre como el solicitante activo y a una mujer como la que está de acuerdo o se niega a hacerle cosas a ella. ¿No esperamos que la negociación sexual sea más participativa que esto?

· Gran parte de nuestra comunicación sexual real no se trata de pedir sexo o de estar de acuerdo con él. Al comunicarme sobre el sexo, podría comenzar a articular una fantasía, sugerir una posibilidad que creo que podría complacer a la otra persona, indagar para averiguar cómo se siente la otra persona sobre una actividad o rol, o buscar ayuda para explorar cómo me siento al respecto, por ejemplo. Una buena negociación sexual a menudo implica una discusión activa y colaborativa sobre lo que sería divertido hacer. También suele incluir conversaciones sobre límites, restricciones y condiciones de salida. Nada de esto encaja bien en un modelo de solicitud y consentimiento o rechazo de la negociación sexual.

· La participación autónoma y voluntaria es necesaria para el sexo ético, pero no es suficiente. Podemos consentir autónomamente todo tipo de malas relaciones sexuales, por razones terribles. Podría estar de acuerdo en hacer algo que me parece degradante o desagradablemente doloroso, por ejemplo, quizás porque prefiero tener relaciones sexuales malas que no tenerlas, o porque mi pareja no está interesada en saber qué es lo que me da placer.

Una persona que solicita sexo y otra que consiente en que el sexo ocurra: esa no es la manera más habitual — y casi nunca la ideal — de iniciar un encuentro sexual. Entonces, ¿cuáles son otras maneras en las que podemos usar el lenguaje para iniciar un encuentro sexual y, especialmente, cuáles son las maneras de hacerlo bien? Me centraré en dos: invitaciones y ofrecimientos de regalos.

Generalmente, cuando todo va bien, las iniciaciones de relaciones sexuales tienen la forma de invitaciones, no de peticiones. Especialmente cuando nos estamos reuniendo con alguien por primera vez, ya sea para una relación casual o al comienzo de una relación más seria, las invitaciones son la forma más común y la más apropiada habitualmente para iniciar relaciones sexuales que las solicitudes. Una vez que estoy en una relación con alguien, no siempre está fuera de mis límites solicitar sexo, como un favor. Pero cuando trato de establecer intimidad con alguien a medida que lo estoy conociendo, una invitación es lo más habitual y probablemente lleva más a tener un buen y floreciente sexo que una solicitud.

¿Qué clase de acto de habla es una invitación? ¿Qué es lo que hace? Las invitaciones crean un espacio acogedor para que el invitado pueda entrar. Cuando invitas a alguien a algo, no están obligados a aceptar la invitación. Pero además, no solo están abriendo una posibilidad neutral; están dejando claro que serían bienvenidos. Si te digo: “Estoy preparando la cena en mi casa para el miércoles y quiero que vengas, por favor, y si no lo haces me dolerá”, entonces estoy solicitando tu presencia, no invitándote. Por el contrario, si te digo: “Estoy preparando la cena en mi casa para el miércoles y puedes aparecer o no, depende totalmente de ti, no me importa lo que pase”, entonces esto no es realmente una invitación, sino quizás más bien una oferta; en el mejor de los casos, es una invitación muy poco acogedora e inepta. Las invitaciones dejan al invitado libre para aceptarlas o rechazarlas. Si rechazas mi invitación, me decepcionas, pero no me agravias (aunque puedo sentirme agraviado si la rechazas de manera grosera o insultante). Una peculiaridad interesante de las invitaciones es que, si son aceptadas, se requiere gratitud tanto por parte de quien hace la invitación como del invitado. Te agradezco que hayas venido a mi cena, y tú me agradeces que te haya invitado.

Aunque una invitación deja al destinatario libre para rechazarla, esto no le da carta blanca a nadie para emitir la invitación que desee. Las invitaciones pueden ser infelices o inapropiadas. No puedo invitaros a votar en mi distrito. Esto es infeliz: yo no tengo la posición y no es una invitación que las instituciones hagan posible que aceptéis. Y una invitación feliz puede ser inapropiada. Si me encuentro con una extraña en el autobús y hablo con ella durante dos minutos sobre el tráfico, sería inapropiado para mí invitarla a mi boda.

Una invitación sexual abre la posibilidad del sexo, y deja claro que el sexo sería bienvenido. Las invitaciones son acogedoras sin ser exigentes. Aunque por lo general nos complace que la gente acepte nuestras invitaciones sexuales, por lo general no queremos que la gente acepte tener relaciones sexuales con nosotros como un favor hacia nosotros, como si se tratara de la concesión a una solicitud. Y la invitación tiene que ser feliz y apropiada. No puedo invitarte a tener relaciones sexuales con otra persona que no sea yo (lo cual sería a la vez infeliz y poco ético). No puedo invitarte a tener sexo conmigo si hacerlo fuera un abuso de poder, o si por otras razones te resultaría difícil decir que no a la invitación (lo cual sería inapropiado y poco ético), o al final de una charla de dos minutos sobre el clima en la fila de la tienda de comestibles (lo cual sería inapropiado y probablemente incómodo). El mero hecho de que una invitación pueda ser rechazada libremente no le da a la gente licencia para emitir invitaciones infelices o inapropiadas, lo cual es algo que los acosadores callejeros, por ejemplo, a menudo no parecen entender.

Anxo_

#2 III

Propongo centrar las invitaciones en lugar de las peticiones en nuestro modelo del habla en la iniciación sexual. Esto abre toda una serie de nuevas cuestiones éticas y pragmáticas. ¿Cuándo son las invitaciones sexuales felices y apropiadas, y quién tiene la autoridad para dárselas a quién? Dado que las invitaciones logran un equilibrio complejo entre dar la bienvenida y dejar libre al destinatario, ¿qué es lo que mantiene ese equilibrio y qué es lo que lo despista? Una invitación puede ser degradante, por ejemplo, por no ser lo suficientemente acogedora. O podría ser coercitiva por ser demasiado apremiante. Daos cuenta de que si os invito, apropiadamente, a tener sexo conmigo, entonces el consentimiento y el rechazo no son ni siquiera las categorías correctas de actos de habla cuando se trata de su aceptación. No es conveniente consentir una invitación; más bien, uno la acepta o la rechaza. Así que el modelo de consentimiento distorsiona nuestra comprensión de cómo se inicia una gran cantidad de sexo, incluyendo en particular el sexo placentero y ético.

Cuando estamos tratando de establecer intimidad sexual con alguien, las invitaciones sexuales son más comunes y habitualmente más saludables que las solicitudes sexuales. Una vez que estamos en una relación estable y de larga duración con una pareja, el sexo a veces se inicia a través del ofrecimiento de un regalo. Aunque sería extraño y casi siempre inapropiado ofrecer sexo como un regalo a alguien que apenas conocemos, no es inusual que las parejas con mucho tiempo de relación se ofrezcan mutuamente regalos sexuales. Podría ofrecer a mi pareja sexo como una forma de despedirme antes de salir de viaje. Podría ofrecer un juego de roles o permitirme un fetiche que ambos sabemos que no es mi “cosa”. No hay nada intrínsecamente problemático en ofrecerse a participar en una actividad sexual con alguien que nos importa por generosidad en lugar de por deseo directo. Aunque algunos han defendido recientemente un modelo de sexo ético que requiere el “consentimiento entusiasta” de todas las personas involucradas, no todos los encuentros sexuales o todas las actividades dentro de ellos tienen que ser deseados con entusiasmo por todas las partes para que sean éticos y merezcan la pena.

Como hicimos con las invitaciones, retrocedamos y pensemos en la estructura pragmática de los regalos y los ofrecimientos de regalos antes de proceder. Los regalos son, en esencia, gratuitos y generosos; un regalo que me veo obligado a ofrecer no es realmente un regalo. (En la práctica, varias reglas de etiqueta nos obligan a dar varios “regalos” de manera rutinaria— pero estos no son verdaderos regalos, y en la medida en que tienen esa presentación en la superficie, tienen que disfrazarse de ser dados libremente — ). Los regalos, por naturaleza, no pueden ser exigidos o ni siquiera solicitados. Si me pides que satisfaga tu deseo sexual, entonces el que yo lo haga no es un regalo, sino la concesión de un favor. Un regalo debe ser diseñado para complacer al receptor; puede que no tenga éxito en complacer, pero una ofrecimiento que no se espera que satisfaga no es en realidad un regalo. También es esencial para dar regalos que el destinatario no tenga que aceptar el regalo. Los regalos que son aceptados requieren gratitud y reciprocidad por parte del receptor.

Los científicos sociales han estado fascinados durante mucho tiempo por la entrega de regalos, tanto por la complejidad de sus normas como por su importante papel en el sostenimiento y negociación de la comunidad. Como John Sherry explora en su artículo de 1983 sobre la antropología de la entrega de regalos, diferentes tipos de regalos y diferentes tipos de aceptación y reciprocidad son apropiados para un socio comercial, un amigo hospitalizado, una despedida de soltero, un amante, una boda, la fiesta de cumpleaños de un niño, y así sucesivamente. Cada cultura también tiene normas distintivas que rigen el rechazo y la aceptación de obsequios. Una característica sorprendente de la donación es su carácter esencialmente recíproco, que forma parte de todo sistema de donación a pesar de las variaciones culturales. Las donaciones necesitan ser correspondidas, y esto es parte de la forma en que sostienen las relaciones.

Parte de la complicación sobre las normas de reciprocidad de los regalos es que son inherentemente abiertas. Lo que se considera una reciprocidad adecuada es delicado. Por ejemplo, la reciprocidad demasiado rápida o demasiado cercana de un regalo en especie es una violación de la norma: si me das un libro que crees que me encantaría, es inapropiado que te devuelva inmediatamente un libro diferente, y aún más inapTraducción en los comentariosropiado que yo te devuelva el mismo libro en cualquier momento. El tamaño, el momento y el contenido de la reciprocidad deben estar sutilmente marcados y no demasiado directamente con el regalo original. En parte porque los regalos deben ser dados generosamente y no de manera forzada, esta lógica de reciprocidad es delicada: si bien los regalos invitan a la reciprocidad, si la reciprocidad que se exige es demasiado específica, entonces ya no son regalos, sino algo así como trueques.

Una invitación no tiene por qué suponer que el destinatario quiera aceptarla. Pero ofrecer un regalo es algo planeado para ser un acto de generosidad que agrada al receptor (tenga éxito o no), y pide reciprocidad. Esto es parte de por qué, a diferencia de las invitaciones sexuales, los ofrecimientos de regalos sexuales son típicamente presuntuosos e inapropiados en las primeras etapas de conocer a alguien, cuando todavía no sabes qué es lo que le agradaría a ese alguien y aún no estás en posición de imponerle una obligación de reciprocidad. Pero las ofertas generosas de regalos sexuales, diseñadas sobre todo para complacer a la pareja y no para satisfacer directamente los propios deseos sexuales, son una parte normal de una relación sana y continuada. Tales obsequios crean una obligación de reciprocidad, aunque no de forma inmediata, o no exactamente en especie, o no en un tiempo concreto. Si tú satisfaces de manera rutinaria mis deseos sexuales por generosidad, es irrespetuoso y socava nuestra relación si yo nunca te correspondo.

Destaco que de manera habitual, si alguien me ofrece un regalo apropiado, necesito una buena razón para rechazarlo. Rechazar un regalo es un desaire hiriente. Esto no es cierto para las ofertas de regalos sexuales, que pueden ser rechazadas por cualquier razón; nadie tiene el derecho de sentirse agraviado por su rechazo. Si me ofrezco a satisfacer tu fetiche, digamos, y me rechazas, podría estar decepcionada o sorprendida, pero no puedo tomarla contigo por haberme hecho daño de ninguna manera.

Los regalos sexuales, como las invitaciones, pueden ser apropiados o inapropiados, y felices o infelices. Por ejemplo, las fotos de penes no solicitadas no suelen ser regalos apropiados. Los regalos sexuales ofrecidos demasiado temprano en una relación son inapropiados. Sería infeliz para mí tratar de regalarte las atenciones sexuales de otra persona. Una oferta de regalo sexual auténtica, apropiada y reflexiva dentro de una relación requiere una expresión de gratitud (aunque no necesariamente de aceptación), incluso si el receptor no está de humor para ese regalo en particular en ese momento.

*

Rebecca Kukla es profesora de filosofía en la Universidad de Georgetown e principal investigadora en el Instituto Kennedy de Ética. Es autora de Mass Hysteria: Medicine, Culture, and Mothers’ Bodies (2005). Vive en Washington, DC.

Anxo_

#3 * e principal investigadoray es investigadora principal

D

El sexo autónomo es lo que más se fomenta por aquí.

D

Voto positivo solo por la traducción.

anv

sexo ético y autónomo
No se si ético pero autónomo hay mucho por aquí en meneame...

memnon

Después de leer todo el artículo se me ha quedado floja para toda la vida.

Anxo_

#8 ¿Cómo es posible? Pregunta seria. ¿No te parece peor el "consentimiento entusiasta"?