Hace 5 años | Por Janssen a bbc.com
Publicado hace 5 años por Janssen a bbc.com

Fue un extraordinario intercambio de ideas. Por primera vez dos altos cargos de los dos sistemas antagónicos que se disputaban el mundo conversaron improvisadamente frente a sus ciudadanos.

Comentarios

D

#3 De lo mejor que he leído.

Kuishi

#3 muy bueno

MJDeLarra

#3 Que falso el Jruschev, que apoyó siempre a Stalin en todo lo que hizo hasta el día siguiente a su muerte. Luego, viendo que contra Stalin se vivía mejor, no dejó de criticarle y desmontar todo lo que hizo, ayudando así a crear el retrato de Stalin que hoy todos conocen...

Sinfonico

#7 Precisamente si algo demuestra esta anécdota ( no sé si es cierta) es que falso no era, explica perfectamente por qué apoyaba a Stalin: Estaba muerto de miedo.

D

#8 Yo de la de hoy día, la BBC, me fiaría. De lo que contaran durante la guerra fría unos y otros dudo de todos, la verdad.

tiopio

#3 ¡cierto!

ailian

#10 La BBC es tendenciosa como cualquier otro medio, que tenga sus aciertos no la hace inmune a hacer también manipulación y propaganda. Y hay ejemplos a montones.

D

Jruschov: Si es así, le tomaré la palabra. Prométamelo... Quiero que usted, el vicepresidente, me dé su palabra de que mi discurso también será grabado en inglés. ¿Lo será?

Nixon: Ciertamente lo será. Y, del mismo modo, todo lo que yo dije se grabará y traducirá y se transmitirá por toda la Unión Soviética. Es un trato justo.

[Ambos hombres se dan la mano y salen del escenario, todavía hablando].

Nixon cumplió su promesa: el intercambio entre los dos líderes de la Guerra Fría, ambos defensores vehementes de sus sistemas políticos y económicos, comunicando sus puntos de vista políticos en persona y en público fueron transmitidos en su totalidad al pueblo estadounidense. El 'Debate de cocina' también se emitió en la televisión soviética, aunque algunas de las observaciones de Nixon fueron censuradas.

Así hizo honor a su palabra

D

#4 artículo de la BBC...

chu

#4 Pero conociéndote seguro que falta la parte que da sentido a la historia.

D

#14 Pues yo a ti no te conozco y me da la sensación de que me he ahorrado algo desagradable así que al ignore no sea que vayamos a empezara hora.

tiopio

A Jruschov se lo cepillaron los neoestalinistas. Nunca le pudieron perdonar que denunciase todos sus crímenes y purgas.

Barquero_

El 24 de julio de 1959 fue una fecha crucial en la Guerra Fría. Nikita Jrushchov, líder de la URSS, y Richard Nixon, vicepresidente de Estados Unidos durante el mandato de Eisenhower, organizaron un gran encuentro público en Moscú, frente a las cámaras de televisión. Era el contacto más destacado entre soviéticos y estadounidenses desde la Cumbre de Génova de 1955, pero mucho más informal. Entre risas, y a veces incluso apuntándose con el dedo, los dos hombres debatieron sobre los méritos del capitalismo y del comunismo. ¿Qué país tenía las tecnologías más avanzadas? ¿Qué estilo de vida era mejor? La conversación —que fue bautizada como el «debate de cocina»— no giró en torno a las armas o a la carrera espacial, sino a las lavadoras y los artículos domésticos.
La ocasión era la inauguración de la American National Exhibition en el Sokolniki Park, un parque municipal destinado al «ocio y a la cultura». Aquella era la primera vez que muchos rusos tenían contacto de primera mano con el estilo de vida estadounidense: la primera vez que probaban la Pepsi-Cola o veían los enormes frigoríficos fabricados en Estados Unidos. La exhibición contaba con tres modelos de cocina totalmente equipadas: una era la cocina del general Mills, que ahorraba trabajo y ponía énfasis en los alimentos congelados; otra era una cocina «futurista» fabricada por Whirlpool, en la que las mujeres solo tendrían que pulsar un botón para programar todo tipo de aparatos; la tercera era una cocina amueblada color amarillo limón, cortesía de General Electric.
Esta tercera cocina es la que ha entrado en los libros de historia. Parecía sacada de una película de Doris Day: clara y amarilla y pulcrísima. Hermosas ayudantes mostraban a los visitantes rusos las maravillas que podían salir del frigorífico color limón: magdalenas cubiertas de glaseado duro, tartas de chocolate de varias capas cremosas. La cocina estaba fabricada por General Electric y formaba parte de un modelo de casa individual estadounidense.
Nixon y Jrushchov se pararon a observar la cocina, apoyados en una barandilla blanca. Lois Epstein, una jovial morena estadounidense, azafata de exposiciones, demostraba cómo la típica ama de casa americana usaría la lavadora-secadora integrada en la cocina. Sobre la máquina había una caja de estropajos S.O.S. y un cartón de detergente Dash. «En América nos gusta hacerle la vida más fácil a las mujeres», apuntó Nixon. Jrushchov respondió que «su actitud capitalista hacia las mujeres no tiene cabida en el comunismo», insinuando que lo único que confirmaban aquellas máquinas era la postura estadounidense de que las mujeres estaban hechas para ser amas de casa (y puede que, en un cierto sentido, llevase razón). Jrushchov prosiguió preguntándose si todas aquellas nuevas máquinas ofrecían beneficios reales. En sus memorias, recordaba cómo cogió un aparato automático para exprimir zumo de limón para el té y dijo: «¡Qué cosa más tonta […] Mr. Nixon! Creo que un ama de casa tardaría más tiempo en usar este chisme […] que en cortar una rodaja de limón, echarla en un vaso de té y luego exprimir unas cuantas gotas».
Nixon contraatacó llamando la atención de Jrushchov sobre todos los utensilios brillantes que se exhibían: batidoras, exprimidores eléctricos, abrelatas, congeladores. «El sistema americano —insistía— está diseñado para aprovecharse de estos nuevos inventos». Jrushchov seguía mostrándose desdeñoso: «¿No tienen una máquina que emboque la comida y luego la presione hacia abajo? Muchas de las cosas que nos han mostrado son interesantes, pero no necesarias en la vida. No tienen un propósito útil, no son más que meros cacharros».
Sin embargo, Jrushchov quería estar en misa y repicando. Mientras tildaba de inútiles las cocinas estadounidenses, también quería subrayar que los soviéticos podían fabricar cocinas igual de buenas centímetro a centímetro; quería ganar la carrera culinaria, además de la espacial. «Creen ustedes que el pueblo ruso va a quedarse boquiabierto con estas cosas, pero la realidad es que los nuevos hogares rusos ya cuentan con todo este equipamiento». Aquello no era cierto, y Jrushchov lo sabía de sobra: ninguna casa o apartamento en todo Moscú contaba con una cocina que se pareciera lo más mínimo a aquel brillante espacio amueblado color amarillo de General Electric expuesta en la American Exhibition. Para los estándares estadounidenses, las cocinas soviéticas de los nuevos y flamantes apartamentos construidos bajo el régimen de Jrushchov eran minúsculas: entre 4,5 y 6 m2. La joya de la corona de aquellas cocinas, el gran mecanismo futurista que ahorraba trabajo, era una serie de diminutos armarios fijados a la pared o situados bajo la encimera, construidos a una altura estándar (85 cm) del ama de casa moscovita media. Las mujeres más altas tenían que agacharse; las más bajas tenían que estirarse, plegarse a los estándares uniformes del estado. Además del espacio para trabajar, lo que les faltaba claramente a aquellas cocinas era algo parecido al espacioso refrigerador amarillo limón de la cocina de General Electric. Los frigoríficos soviéticos de 1959 eran feos y diminutos, aunque la inmensa mayoría de cocinas rusas directamente no tenía frigorífico.

La realidad era que, en 1959, ni la Unión Soviética ni ningún otro país del mundo —ni el Reino Unido, ni Alemania— podían igualar a los frigoríficos domésticos estadounidenses. Estados Unidos era el país del hielo por excelencia. El 96% de los hogares poseía un frigorífico (frente al 13% británico). El estilo de vida estadounidense era posible, en gran medida, gracias a la refrigeración. Desde el tintineo de los cubitos en un vaso de bourbon al sencillo lujo de tomarse un filete de ternera de Chicago en Nueva York; desde las «fuentes de soda» a los polos, pasando por los guisantes helados, el negocio de congelar comidas y bebidas era puramente estadounidense. Efectivamente, un exprimidor automático podía ser, en palabras de Jrushchov, «un mero aparatito»; pero un frigorífico es algo más. Tiene muchos usos prácticos, y no es solo un único invento, sino una amalgama de tecnologías interrelacionadas que juntas dan un enfoque totalmente nuevo de la comida. A veces, la refrigeración es una forma de hacer que algo esté frío por puro y frívolo placer —un vaso de vino blanco helado, una refrescante raja de melón—, pero también es un método para conservar la comida: para hacer que siga en buenas condiciones después de mucho tiempo o tras haber viajado largas distancias. Los frigoríficos cambiaron por completo la forma en que la comida —comprarla, cocinarla, comérsela— se adaptaba a las vidas de la gente.
El espacioso frigorífico estadounidense —y su primo hermano, el congelador— eran, ante todo, una herramienta para conservar la comida, que libraba a los cocineros de encurtir, salar o enlatar todo aquello que no podía comerse directamente. El frigorífico eliminó de un plumazo la rigurosa estacionalidad del consumo, tanto para los pobres como para los ricos y transformó lo que la gente comía: la carne, la leche y las verduras frescas se convirtieron en alimentos presentes durante todo el año a lo largo y ancho de Estados Unidos por primera vez en la historia. Además, cambiaron la forma en que la gente compraba comida: sin refrigeración, no podía haber supermercados, ni tampoco «compras de la semana», ni podía llenarse el congelador para emergencias. Además de ser un aparato para conservar, el frigorífico era un sistema de almacenamiento, que venía a cumplir la función de la antigua despensa. Tener un frigo repleto de productos frescos —lechugas en el cajón de las verduras, litros de leche, frascos de mayonesa, pollos asados enteros, kilos de carne troceada y postres cremosos— significaba participar en el sueño americano, que es en esencia un sueño de abundancia. El frigorífico estadounidense se convirtió en un nuevo punto central en la cocina, sustituyendo al antiguo hogar.
- Bee Wilson
La importancia del tenedor. -

themarquesito

Lo importante, ¿debatieron sobre si la tortilla ha de llevar cebolla?

pablicius

Nos creemos que en los tiempos de ahora, con las redes y la información fluyendo a toda velocidad, la gente se vuelve idiota, no analiza, y basa las decisiones en una frase o una foto. Pero me temo que eso ha sido siempre más o menos así. Atención al pie de la primera foto:

Las imágenes de la visita, particularmente esta, causaron una impresión favorable de Nixon en EE.UU., pues los votantes lo vieron como un líder fuerte que no se amedrentaba ante los enemigos. Eso ayudó a que los republicanos lo nominaran para la Presidencia.

Nominación por una simple foto.

chu

Luego he visto que la habías copiado, error mío. Me refería a que eres de esos que cuenta las historias de política siempre a medias.

D

CSI nos enseñó que no es buena idea discutir en una cocina.

Janssen

Gracias a todos por comentar, soy nuevo en esta comunidad y me satisface sus puntos de vista. Naturalmente que hoy en día los medios de comunicación gusardan algún tipo de interés. Pero esta nota debe ser apreciada en su contexto histórico y no político.