La Unión Soviética era muchas cosas a la vez: una superpotencia, una economía planificada, un Estado férreamente controlado y una sociedad de más de 280 millones de individuos repartidos por territorios vastos y variados. Entre las décadas de 1950 y 1980, la URSS proyectó fuerza a través de sus ambiciones globales, sus desfiles militares y sus logros en ciencia e industria. Pero detrás de esa imagen pública se escondía una realidad más tranquila y compleja, conformada por las rutinas de la vida cotidiana, los ritmos de trabajo y descanso (...)