La mierda de sociedad fue la que me dejaron mis padres: niveles de analfabetismo espectaculares, calles sin asfaltar, condiciones de trabajo que vale más no recordar, viviendas con aluminosis, falta de libertad. Ayer tuve una conversación con una pareja amiga. Los conozco desde hace más de cuarenta años, compañeros de militancia sindical y política, gente comprometida que siempre estuvo en primera línea. Hablábamos, como tantas veces, de la actualidad. Habíamos leído la misma encuesta en La Vanguardia que pronosticaba un crecimiento preocupante