Hace unos años tuve la suerte de conocer a Adolfo. Por circunstancias personales, nuestros caminos se unieron durante un largo periodo de tiempo. Pasamos muchas tardes juntos charlando de todo tipo de temas y, sobre todo, riendo con su repertorio de chistes (malos y buenos). Contaba muchos de un tal Patxi, como aquel en el que se compró un Mini y caminaba extrañado porque la gente lo felicitaba sin haber visto el coche… hasta que cayó en la cuenta de que no se había quitado el cinturón cuando lo dejó aparcado. Como este, contaba infinitos.
Hablamos de sus historias de Paracuellos, de un orfanato llevado por unos golfos que les hicieron muchas perrerías. De sus años en Barcelona, defendiendo sus ideales armado con un papel y un lapicero. Compartió conmigo muchas historias, como la del "Toru", un asturiano capaz de tumbar —sentado en una silla y a base de chupitos— a todos los que se le pusieran enfrente.
Pero sobre todo, hablamos de dibujo, de sus personajes y de sus historias.
Algunas noches, la política era el tema de conversación. Aunque teníamos puntos de vista diametralmente opuestos, siempre encontrábamos puntos de confluencia; nos dimos cuenta de que solo nos separaba un pequeño porcentaje de cosas, pese a nuestras diferencias ideológicas.
Nos dejó este martes a las cinco, descansando, después de apagarse poco a poco, perdiendo la conciencia de sí mismo.
Siempre te recordaremos con una gran sonrisa, Apopo.
W.K. & P.
Os dejo un link con un poquito de historia: share.google/O47uFRganzm1aLXfi