Desde el amanecer de la historia, un eco resuena en el corazón de la humanidad: la guerra. No es solo el estruendo de las bombas o el fragor de la batalla. Es el silencio que deja después, la ausencia de lo que fue. Es la cicatriz invisible en el alma de una generación, la promesa rota de un futuro que nunca llegó. Miramos hacia atrás, a las innumerables vidas que se desvanecieron, a los hogares convertidos en polvo, a los sueños truncados por el acero y el fuego. Y nos preguntamos: ¿aprendemos realmente? ¿O es