Hace unos años se hablaba mucho de la adicción a sustancias como el cannabis. Luego llegó la avalancha científica sobre los efectos del enganche a las pantallas y ahora, quizá, les ha tocado el turno a las aplicaciones para encontrar pareja. El auge de estas apps es notable, aunque el estudio de sus efectos psicofisiológicos no se desarrolla a la misma velocidad. Desde la creación de la primera –Grindr, en 2009–, han surgido muchas otras con diferentes opciones y un objetivo común: conectar personas con un fin afectivo y sexual.  
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