La proximidad de las elecciones municipales hace augurar que el urbanismo desaforado formará parte de la agenda política de la campaña. La cuestión esencial reside en cómo será tratado, como un apetitoso bocado para seguir alimentando un sectarismo sin duda ruidoso pero rigurosamente inútil, o como uno de los más graves problemas, si no el más grave, a los que el país habrá de enfrentarse en breve. Tan arriba ha llegado el polizón.
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