Ahora resulta que El Quiñón, en Seseña, ese barrio en medio del campo, defenestrado por muchos, se ha convertido de la noche a la mañana en un lugar ideal para residir, con todos los servicios y equipamientos, a tiro de piedra de la capital y con unos precios de la vivienda nueva de lo más competitivos. Y todo por un simple cambio de propiedad en los cerca de 2.000 pisos que restan por vender de los 5.000 edificados cuando estaba previsto levantar 13.000.
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