En diciembre de 1990 Pasqual Maragall, entonces alcalde de Barcelona, dirigió la demolición de la que constaba oficialmente como última barraca de la ciudad. Atrás quedó más de un siglo de barriadas insalubres, desatendidas, aglutinadoras de construcciones destartaladas y efímeras, además de ilegales, a merced del viento o del mar. Cuando hoy nos hablan de Rio de Janeiro o de ciertas ciudades africanas cuesta recordar que hace poco más de cuarenta años Barcelona contaba con sus propias y extensas áreas de "Favelas".
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