19 de noviembre 1957. Querido señor Germain, la conmoción que me rodea estos días desaparece un poco antes de hablar con usted desde el fondo de mi corazón. Me han dado mucho un honor demasiado grande, que yo no buscaba ni solicité. Pero cuando me enteré de la noticia, mi primer pensamiento, después de mi madre, fue para usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que extendió a la mano del niño pobre que yo era, sin su enseñanza y su ejemplo, nada de todo esto habría sucedido...
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